estaba radiante con vida, así como el pasto y las plantas que cubrieron los
cerros hasta muy adentro de los distantes campos y más allá.
Y Jesús frotó suavemente con sus manos el pasto de la olla, tan suave como El
tocaría la cabeza de un pequeño niño.
Y Jesús dijo: Felices ustedes, Hijos de la Luz, porque han entrado en el camino
de lo inmortal y caminan en el sendero de la verdad, así como lo hicieron
vuestros padres desde la antigüedad, quienes fueron enseñados por los
Grandes. Con los ojos y oídos del espíritu ven y escuchan las visiones y sonidos
de la Madre Tierra: el cielo azul donde mora el Angel del Aire, el espumoso río
donde fluye el Angel del Agua, la Luz dorada, la cual fluye desde el Angel del
Sol.
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