lleva en su espíritu las ramas del Arbol de la Vida; las mismas que llegan hasta
el cielo y aún hasta el Reino del Padre Celeste.
Y por siete años ustedes han laborado durante todo el día con los ángeles de la
Madre Tierra y por siete años ustedes han dormido en los brazos del Padre
Celeste. Y ahora vuestra recompensa será grande, por esto les será dado el don
de las lenguas; para que puedan atraer hacia vosotros el poder completo de
vuestra Madre Tierra y tener mando sobre sus ángeles y dominio sobre todo su
reino y para que pueda atraer hacia vosotros la gloria deslumbrante de tu Padre
Celeste, para que puedan dirigir sus ángeles y entrar en la Vida Eterna en los
reinos celestes.
Y por siete años estas palabras no les fueron dadas, porque aquel que utilice el
don de las lenguas en buscar riquezas, o para dominar a sus enemigos, ya no
será Hijo de la Luz, sino un cachorro del demonio y una criatura de las tinieblas.
Porque solamente el agua pura puede reflejar la luz del Sol y aquella agua que
se ha tornado viscosa con suciedad y lobreguez no puede reflejar nada. Y
cuando el cuerpo y el espíritu del Hijo del Hombre han caminado con los ángeles
de la Madre Tierra y el Padre Celeste, por siete años, entonces él es como el río
torrentoso bajo el sol del medio día reflejando luces deslumbrantes de joyas
brillantes.
Escúchenme Hijos de la Luz, porque les impartiré el don de las lenguas, aquel
por el cual hablando a vuestra Madre Tierra en la mañana y a vuestro Padre
Celestial en la noche, pueden ir acercándose más y más a la unidad con los
reinos de la tierra y el cielo, aquella unidad para la cual el Hijo del Hombre está
destinado desde los principios de los tiempos.
Haré que conozcan cosas profundas y misteriosas. Porque les digo en verdad,
todas las cosas existen por Dios y no hay ninguna fuera de El. Dirijan vuestros
corazones, por lo tanto, para que puedan caminar sobre los senderos rectos
donde está Su presencia.
Cuando abran sus ojos en la mañana, incluso antes de que vuestro cuerpo haya
sido llamado por el ángel del Sol, díganse a ustedes mismos estas palabras,
dejándolas repercutir en vuestro espíritu; porque las palabras son como las
hojas muertas cuando dentro de ellas no hay vida del espíritu. Decid entonces
estas palabras:
Yo entro en el Jardín eterno e infinito de misterio, el espíritu en unidad con el
Padre Celestial, mi cuerpo en unidad con la Madre Tierra, mi corazón en
armonía con mis hermanos los Hijos de los Hombres, dedicando mi espíritu, mi
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