estaba preparado para la verdad, así como la flor se abre del capullo cuando los
ángeles del Sol y el del Agua le traen el florecimiento.
Y todos ellos eran diferentes unos a otros, unos porque eran mayores de edad,
otros aún tenían el rocío de la juventud sobre sus mejillas y algunos habían sido
levantados de acuerdo con las tradiciones de sus padres y otros porque no
conocían quienes habían sido sus padres y sus madres. Mas todos poseían
claridad de discernimiento y docilidad de cuerpo, porque eran señalados, pues
por siete años habían caminado con los ángeles de la Madre Tierra y obedecido
sus leyes. Y por siete años los ángeles incógnitos del Padre Celeste les habían
enseñado a través de sus horas de sueño. Y después de esto llegó el día en
que ellos entrarían en la hermandad de los elegidos y aprenderían las
enseñanzas ocultas de los antepasados, aún aquellas de Enoch y las anteriores.
Y Jesús llevó a los Hijos de la Luz hacia un árbol antiguo al lado del río y se
arrodilló allí, en el lugar donde las nudosas y escarchadas raíces con muchos
a