Adoramos al Santo Señor del Orden Celestial, el Creador de todas las buenas
criaturas de la Tierra.
Y adoramos las declaraciones de nuestro Padre Enoch y su religión antigua y
pura, su fe y su saber, anteriores al comienzo de los tiempos.
Le cantaremos a la Ley mientras vivamos, le cantaremos alabanzas a nuestro
Padre Celestial mientras tengamos nuestro ser, mientras perdure el Jardín de la
Hermandad.
Nos regocijaremos en la Ley, bendice la Ley, oh alma mía, alabad la Ley Santa.
Los Hijos de la Luz aman la Ley, porque la Ley escucha nuestras voces y
nuestras súplicas.
La Ley tiene un oído que todo lo escucha, inclinado hacia nosotros, por esto
invocaremos la Ley mientras vivamos.
La Ley ha librado nuestras almas de la muerte, nuestros ojos de las lágrimas y
nuestros pies de las caídas.
Caminaremos ante la Ley en la Tierra de los vivientes, en los senderos del
Jardín infinito de la Hermandad.
Los días de los Hijos de los Hombres son como la hierba, como las flores del
campo, así florecen ellos. Pues, el viento pasa sobre las flores y ellas se
desvanecen, pero la misericordia de la Ley se esparce de eternidad a eternidad
sobre quienes la siguen.
Bendecid al Padre Celestial, vosotros, todos Sus ángeles, vosotros Sus
ministros, que hacéis Su voluntad.
Bendecid al Señor, todas sus obras, en todos los lugares de Su reino; bendice al
Señor, oh, alma mía.
Oh, Padre Celestial, Tu eres grandioso, estás revestido de honor y majestad, Tu,
Quien Te cubres de Luz, cual si fuera un vestido, Quien extiendes los cielos
como una cortina, que has colocado las columnas de Tus moradas en las aguas,
Quien hiciste de las nubes Tu carroza, Tu, que caminas sobre las alas de los
vientos, Quien conviertes a Tus espíritus angélicos, Tus Hijos de la Luz, en
fuego refulgente para encender la verdad en los corazones de los Hijos de los
Hombres, Tu, Quien colocaste las fundaciones de la Tierra.
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