Invocamos al Señor de las estrellas, al Angel de la Luz, que es de Palabra
verdadera, que tiene mil oídos y diez mil ojos, que tiene gran conocimiento y que
siempre es fuerte y permanece alerta.
El Orden Celestial penetra en todas las cosas puras y a El pertenecen las
estrellas y los ángeles gloriosos se visten con Su Luz.
Grande es nuestro Padre Celestial y tiene gran Poder, Su entendimiento es
infinito, El conoce el número de las estrellas y a todas las llama por su nombre.
Mirad lo altas que están las estrellas, mirad lo altas que están y sin embargo el
Padre Celestial las sostiene en Sus palmas, así como nosotros sostenemos la
arena en nuestras manos.
El que no conoce la Ley Santa, es una estrella errante en las tinieblas de un
cielo desconocido.
¿Crees tu que no hay sino una manera de mirar el firmamento?
Imaginad que las estrellas no fuesen sino lugares aislados en el cielo y que a
través de ellas se revelara la gloria de los cielos en fragmentos de Luz
resplandeciente; en la noche púrpura atravesada continuamente por estrellas,
los espíritus de los Hijos de la Luz tendrán alas y se reunirán con los ángeles del
Padre Celestial.
Entonces el Mar eterno reflejará la gloria luminosa de los cielos y las ramas del
Arbol de la Vida alcanzarán las estrellas.
Entonces el Reino de los cielos llenará toda la Tierra de gloria y las estrellas
brillantes del Altísimo resplandecerán en los corazones de los Hijos de la Luz y
el calor y la alegría llegarán hasta los Hijos de los Hombres.
LA LUNA.
Que haya invocación con sacrificio y oración, a la luna luminosa
que mantiene dentro de si la semilla de muchas especies.
Cuando la luz de la Luna se vuelve más cálida, plantas de matices dorados
crecen en la tierra, durante la estación de primavera.
Ofrecemos sacrificios a las Lunas Nuevas y a las Llenas; el creciente de la Luna
Nueva está lleno de santa Paz; ofrecemos sacrificios al Angel de la Paz.
102