Cuando llegaron a la estación de policía, entra-
ron al salón de los criminales. El oficial Fuentes em-
pezó a hacer preguntas a Carlos.
-¿Has extrañado a Pablo?
-Ni un pedo.
-Pablo me había dicho que vos conoces a la fami-
lia Gallego. ¿Es así?
-No, él los conoce.
-¿Entonces cómo supiste el nombre de María?
-Escuché sus conversaciones.
-Bueno, no voy a hablar mucho porque Pablo ya
me dijo todo. Hoy a la noche habrá un juicio y ahora
te llevaré a la cárcel con tu amigo.
Mientras, María estaba hablando consigo.
-¡Gracias Dios! ¡Muchísimas gracias!
-¡Hola María! Ya llegué. ¿Cómo está Marcos?
-Bien, está durmiendo. ¿Cómo te fue? Dijiste que
volverías a la noche.
-Bien. Ya está resuelto el problema, solamente
falta el último juicio. Veremos cuántos años se que-
dará en la cárcel.
El juicio empezó a las seis de la tarde. Allí, esta-
ban presentes las mismas personas menos el oficial
Gutiérrez y el doctor Florencio. El corte habló.
-Carlos Rojas. Vos además de participar en el ase-
sinato de la familia Gallego, vos asesinaste a dos
doctores en el hospital, a dos doctores en el micro de