ambulancia y a un conductor. ¿Así es?
-Sí.
-Contando todas las víctimas suyas, que son cien-
to cuatro y que hasta ahora no se arrepintió, usted
tendrá prisión para toda su vida. ¡Declarado!
¡Problema resuelto!
Golpeó tres veces su martillito a la mesa y todos
gritaron de felicidad. Al final se fueron. El oficial
Fuentes y María se quedaron juntos. El oficial Fuen-
tes dijo.
-Yo organicé el funeral de tu familia.
-¿En serio? No hacía falta.
El funeral empezó a las nueve de la noche. A Ma-
ría se le salían las lágrimas. Antes de enterrar a Al-
berto, María le puso su celular roto. A Nicolás le pu-
so su estatua Swarovski de forma de sol y a Rosa le
puso su collar, en el pecho de cada uno. Cuando ca-
varon, encontraron la bolsa de las estatuas Swarovski.
La sacaron María y el oficial Fuentes y algunos hom-
bres pusieron el cadáver allí y la taparon. Cuando el
funeral terminó, el oficial y María se sentaron en el
auto con la bolsa. María habló.
-Ya te conozco tres días, pero no sé tu nombre.
¿Cuál es tu nombre?
-Lucio.
-¡Muchísimas gracias por todo, Lucio!
-De…—se le cortó la palabra porque María le be-