Era él, era yo, éramos nosotros.
Era rojo, naranja, amarillo, verde, cían, azul: un arcoíris, negro y blanco, bueno y malo, porque para él no existían los límites, las líneas, los géneros, las reglas, los estereotipos, las apariencias … sencillamente él nunca creyó en nada de eso, pero yo … yo permití que esas cosas rigieran mi vida, creo que aún lo permito.
Mi niño, mi estrella luminosa, mi guía, mi razón … lo perdí, ¿ o es que acaso me perdió él? No, yo lo hice, lo alejé, aún lo hago y lo haría de nuevo de ser necesario, porque soy débil y no puedo cambiarlo.
Lo obligué a partir porque jamás me hubiese perdonado ser el responsable de haber consumido ese fuego de vitalidad que emanaba.
Y lloré, lloro y lloraré amarga e intensamente, pero viviré y seré feliz porque así tienen que ser las cosas y él seguirá y yo también, ambos separados y un día sé que nos perdonaremos-me perdonará- incluso tal vez lleguemos a olvidar todo esto, pero hasta entonces seguiré recordando que lo amé, que lo amo y que posiblemente siempre lo amaré.
Fernanda Velázquez-CEDART Querétaro“ Ignacio M. de las Casas”