Mi motivo de vivir.
De: Rebeca Guzmán Silvestre.
Tengo miedo. No sé cuánto tiempo llevo aquí, estoy en medio de la oscuridad más profunda
que jamás creí encontrar; no puedo ver mi propia mano ni aunque esté a escasos dos
centímetros de mi rostro. No he visto el sol; siento como si llevara una eternidad aquí. Es un
infierno; un infierno donde cada momento es peor que el anterior. Aquí perdí los motivos
para vivir, pero me queda uno al cual aferrarme.
Juconda, ella es mi motivo, sin ella dejaría perderme en la locura que se asoma todo el tiempo
a mi mente. Anhelo, aunque sea una última vez, volver a estar entre sus brazos, volver a sentir
como el sol es nuestra cobija en el día y la luna nuestra luz de recuerdos. Pero lo que más
quiero, aunque no pueda lograr todo lo demás, es que salga ella de aquí.
La escucho todo el tiempo, ella grita, solloza y pide ayuda. Al inicio pensé que era solo una
alucinación, pero ahora sé que no. Me he roto las muñecas tratando de zafarme de mis
cadenas, pero no he podido alejarme más de un metro de la pared de donde están fijas. Ella
está aquí, la puedo sentir frente a mí, pero no la puedo ver.
En esta situación, quisiera que todos los cuentos de hadas fueran ciertos. Que llegara un hada
y me dijera “se acabó, he venido a salvarte”, pero no sucede. Desearía despertar y saber que
solo fue una pesadilla, poder sentir a Juconda junto a mí. Saber que ella jamás sufrirá todo lo
que siento. Saber que no estará encadenada. Saber que no tendrá deseos de morir y que no
muere a pesar de no comer.