El Uru Revista Nº 29 | Page 6

El Payador por Gonzalo Abella En el siglo XVIII hubo una Edad del Cuero en esta tierra; y una inmensa comunidad de hombres y mujeres de a caballo que vivían en libertad y practicaban el trueque de cueros de vacuno por todo lo que necesitaban, especialmente acarreando inmensos volúmenes de cueros a las playas incontrolables de Rocha y Maldonado. Llevaban a cabo este intercambio con el Mundo exterior sin autorización de las autoridades virreinales de España. Luego esta gente se unió a las luchas independentistas. Y entre ellos hubo quienes empuñaron una guitarra y cantaron la épica de su destino. Al cantor improvisador que cumplió con este oficio en el Río de la Plata se le llamó Payador. El payador es pariente del antiguo juglar del Medioevo europeo; también del relator en letanía de la aldea africana y del chamán amerindio organizador de danzas cantadas. Su lengua será ibérica, pero con arcaísmos, términos indígenas y africanos. La versificación también responderá a formas clásicas españolas, pero el contenido de sus versos será de contexto rioplatense y rural. En América Latina tiene también sus hermanos: los cantores repentistas nordestinos del Brasil cangaçeiro; los cantantes de “punto guajiro” de los guateques cubanos; los repentistas llaneros de Venezuela y Costa Rica. Y podríamos seguir... El Payador, Cantor de la independencia, se hizo luego cantor del federalismo y del dolor del gaucho perseguido, y renació en la gesta antimperialista de los años sesenta del siglo XX, donde estudiantes y obreros festejaron el “cantar opinando” con guitarra como una forma de resistencia cultural. En la medida que el “canto popular” se hizo más urbano en los años 80 (más murguero, más candombe) el payador volvió a recluirse en el ámbito de las fiestas nativistas, las yerras y las jineteadas. Estamos lejos de aquellas épocas del fines del siglo XIX cuando el gran payador afro argentino Gabino Ezeiza cruzaba el charco y payaba dos días enteros con contrincantes orientales; pero la memoria de Ansina, de Hidalgo, de Victoria la Payadora, de Carlos Molina, que cantaron opinando, se perpetúa hoy en muchos y muchas que recogen el guante de la tradición y siguen cultivando el arte sorprendente de la improvisación campera. La Cruzada Gaucha El gran momento de los payadores durante el siglo pasado comenzó en 1955, fue la Gran Cruzada Gaucha impulsada por Dalton Rosas Riolfo y el payador Emilio Riberano. Primero se realizó en la vieja cancha de basquetbol de Peñarol en Montevideo. Entre los participantes estaban los hermanos Washington y Raúl Montañez, Aramis Arellano, Omar Vallejo , Carlos Molina y Héctor Umpierrez. El espectáculo viajó después por pueblos y ciudades del interior llenando todos los escenarios y era transmitido por radio. El éxito fue muy grande pero finalizó abruptamente de manera infeliz luego de un contrapunto entre Carlos Molina de ideas anarquistas y Héctor Umpierrez de filosofía diferente que terminaron en un duelo criollo en el que Molina hiri