Aunque quiero destacar que por sobre todas las
diferencia sobrevuela una especie de núcleo
conceptual, emotivo, concentrador de sentidos, algo
como un Aleph medular residente en la más pura
interioridad de lo que somos.
Y ahí, en forma
misteriosa todos estamos de acuerdo. Se ama la patria
dando todo por ella. Que es como ser uno con ella a
quien brindamos todo lo que podemos imaginar que
le hace bien. Y en eso entra lo mejor que podemos
concebir. Por eso el amor a la patria sustentado por
los Libertadores independentistas tiene algo de
prístino, de novísimo, de algo que se está haciendo
desde el corazón de cada uno de los que dieron su
vida luchando por defenderla.
Y ahí está la
condición de maestros, de inspiradores, de
renovadores de valores éticos propios de las nuevas
condiciones políticas que se estaban viviendo.
El caso es que las luchas por la independencia
dejan fuera a la vez los antecedentes que venían del
legado indígena y del legado europeo. Subsisten
algunas formas, algunos nombres pero, se lucha y se
defiende otra cosa.
Un nuevo sentido. Otra
densidad política que participa de lo jurídico, de lo
institucional, de un orden económico-social en
proceso de creación, de nuevas aspiraciones
culturales, del sentido de inclusión de todos los
habitantes
en el Estado nuevo. Instituciones
renovadas que no siempre concretaron las
aspiraciones que giraban en las cabezas de muchos
sin que la realidad haya podido unirlas y darle
consistencia acorde con el esfuerzo de conseguirlas ni
con la esperanza de que se cumplieran. Cuando los
estados nacionales se forman sobre la herencia de
las luchas de los caudillos populares, quienes se
aprestaron a darle la forma jurídica ya no fueron los
que se jugaron por la libertad. El tema pasó a manos
de letrados, cuyos ojos estaban acostumbrados a leer
balances y ejercicios comerciales y en la confianza
que les otorgó el conjunto de los que aspiraban a ser
reconocidos como ciudadanos, los redactores de leyes
y constituciones leyeron y escribieron como si se
tratara de balances y comercio.
Por eso, el próximo 2 de enero sería patriótico
hacer un minuto de silencio para pensar y rendir
homenaje al que perdió la vida y fue vilipendiado
por quienes se creyeron superiores, en uno de los
mayores actos de entrega y de “amor a la patria”
representado por la defensa de un pedazo de su tierra
tratando de evitar que fuera arrebatado y alguien
creyera que el suelo oriental podía ser pasto de
alimento de ajenos agresores pisando con pie
sacrílego la tierra que defendió José Artigas. Por el
General Leandro Gómez que se propuso defender a
Paysandú entregándose al enemigo sólo CUANDO
SUCUMBA.
General Leandro Gómez