dos, obreros y pequeños productores, que
se dedicaron al cultivo de hortalizas y
al ganado lechero. Hacia las décadas del
30 y 40 se instalaron una considerable
cantidad de fábricas los que hizo que se
considerase al Cerrito “el barrio obrero
de Montevideo” En este proceso de iden-
tidad barrial, los inmigrantes africanos,
fueron parte esencial ya que mediante sus
tradiciones legaron a la zona una fuerte
presencia del candombe y el barrio todos
los diciembres celebra su desfile de lla-
madas, donde participan no solo los grupos
del lugar sino también invitados de otras
partes de Montevideo.
Si bien no podemos decir que el Cerrito
se ha quedado detenido en tiempo, si de-
cimos que es un barrio típico de un Mon-
tevideo que alguna vez fue así, donde se
conservan viejas tradiciones, es un barrio
donde sus moradores salen a barrer las
veredas y a conversar con el vecino, donde
aún subsisten los tradicionales boliches,
y los parroquianos concurren a jugarse un
truco y compartir una “grapa con limón”.
La vida cultural del barrio cobra mucha
importancia en el Centro Cultural Guyu-
nusa, que funciona en el ex mercadito
municipal, donde se desarrollan diversas
actividades y talleres para beneplácito de
la comunidad. Otro de los espacios histó-
ricos del barrio es la Plaza de Deportes N°
4, que fue re-inaugurada en el año 2012,
con el estreno de su gimnasio cerrado.
Por supuesto que el futbol no puede es-
tar ausente de un barrio montevideano y
en el Cerrito se destacan, entre otros,
dos clubes tradicionales, que todos los
años disputan un trofeo en el clásico ba-
rrial : el Club Sportivo Cerrito (fundado
en 1929) y el Club Atlético Rentistas (fun-
dado en 1933). Estos clubes comparten un
hecho poco común, para la fundación de
ambos tuvo activa participación un señor
llamado Esteban Marino, un comerciante
de la zona y que fue un famoso árbitro
de la AUF, el recordado “Turco” Mari-
no.
El barrio tuvo su propio “Cinema Para-
dise”. Dos cines fueron históricos en el
Cerrito, el “Plus Ultra” y el “Grand Prix”.
Este último se inauguró en el año 1962 y
funcionó hasta el año 1979, época en que
los cines perdieron preponderancia y co-
menzaron a desaparecer. En el año 2012,
Martín Daian, un fanático del cine y un so-
ñador, reabre el cine Gran Prix, para do-
tar al barrio de un entretenimiento, como
lo que él disfrutó en su niñez. El disfrute
duró hasta el año 2015 en que luego de un
soportar un asalto, donde se llevaron toda
la recaudación, y sin ningún apoyo oficial
debió cerrar sus puertas. El sueño llegó a
su fin, tal vez. Por aquello de que “los sue-
ños, sueños son”.
Quien ha recorrido mucho el barrio del
Cerrito, y especialmente sus boliches fue
Don Alfredo Zitarrosa, quien se inspiró en
ellos para componer la conocida “Chama-
rrita de los Milicos” que fue, su manera de
rendir un homenaje al hombre que lo crió,
Carlos Duran, que fue un “milico pobre” y
una muy buena persona.
Ahora me tomo la penúltima y nos vamos.
“ Los boliches del Cerrito, no son para los
ricos”
“Los
boliches del Cerrito, están llenos de mili-
cos”
Aníbal Benítez mayo 2017
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