El tren del desamparo - Eduardo Rojo Diez | Page 21

El tren del desamparo 21
en la comarca , el que preparaba las protestas de los obreros contra los patronos .
— Y su compromiso sindical qué más da . El peligro se cierne sobre este hogar , aunque su techo ya no cubra las cabezas de Quirce y Leonora . Estás obviando que , hasta ayer , yo era el alcalde republicano del pueblo ... De nada sirve vendarse los ojos , tarde o temprano también vendrán a por mí .
—¿ A por ti ? Pero si tú , más que un alcalde , has sido un títere en manos de los ricachones del pueblo . Un calzonazos en casa y un baldragas en el Ayuntamiento . Y ahora doy gracias a Dios por esa sumisión , que mejor mal acompañada que viuda .
— Tampoco tienen madre ... – insistió Bonifacio con la situación y expectativas que aguardaban a los niños .
— Pues que se marchen por donde vinieron , que regresen a su pueblo . Y si tú te quieres ir con ellos , que también es el tuyo , ¡ caminando ! – concluyó , sin compasión , su mujer .
Amalia era práctica hasta para gobernar sus sentimientos , tanto que nadie que la hubiera conocido bien había querido casarse con ella . Los mozos de su pueblo natal la habían esquivado sin excepción , ni siquiera en las fiestas patronales se dignaban sacarla a bailar . Los años se le echaron encima , su vientre se mantuvo huero a pesar de haber catado varón , y solo se libró de la soltería echando el lazo a Bonifacio , que subsistía apartado , desde joven , en una chabola en la ladera del monte , a las afueras ya de la localidad de adopción de ambos , ajeno a los chismorreos y persuadido de que en cualquier ser , humano o no , había un resquicio para que germinara la bondad . Para ella fue un casamiento de supervivencia . Para Bonifacio , una consecuencia más de su proverbial incapacidad para negar nada a nadie .