EL TINTERO DE ORO MAGAZINE Nº 4 EL TINTERO DE ORO MAGAZINE Nº 4 | Page 86
La saludaron. Los turistas, invasores de esa
pena absoluta, querían saber cómo estaba. Co-
mo si no supieran que sufría en silencio, como si
estuvieran esperando una mentira para calmar
su conciencia, pusilánimes. Pero no, no señor,
ella no los iba a dejar marchar tan fácil.
Con una punzada en el estómago se incor-
poró, para poder hablarles de frente mirándolos
al alma. Ahora sí, llorando de dolor y gimiendo
de pena, les explicó su suplicio, les demostró su
angustia, les graficó a uno y cada uno de ellos su
cobardía. Gritó, pataleó, castigo al aire con sus
puñetazos. Lloró hasta perder la última barra de
fuerza que le quedaba en ese frágil cuerpo, en
ese malnutrido y devastado cuerpo.
Con esfuerzo, se acostó nuevamente. Recorrió
con su mirada los rostros sorprendidos de los
intrusos. Levantó la vista hacia las luces blancas
y ablandó sus garras. Cerró los ojos. Relajó
todos sus músculos. Y entonces sonrió.
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