EL SEÑOR DE LAS SOMBRAS (Biografía no autorizada de Alvaro Uribe) 1 | Page 99

cascos, y aplicó con rigor la prohibición de vender licores a menores de edad. ¿Suficiente para la tremenda situación de orden público que vivía la zona? Tal vez no. Pero, según el PC, no podía proceder de otra manera porque aún no había terminado el avance de los paramilitares. A finales de marzo, los hombres de Carlos Castaño llegaron al Bajo Cauca antioqueño. Los siete municipios de esa zona denunciaron ante las autoridades departamentales la presencia de grupos extraños. Como “por razones de seguridad” los mensajes iban sin firmas, se dijo que eran anónimos y ningún funcionario atendió a esas quejas. En los primeros días de abril los paramilitares atacaron a Valdivia, uno de esos municipios, y mataron a diez vecinos. Luego se dejaron ver en Cáceres, donde secuestraron a un maestro y en Tarazá, poblado en el que asesinaron a varios campesinos, acusándolos de colaborar con la guerrilla. El 22 de abril, personas sin identificar mataron en Segovia a quince personas. En una noticia publicada el 2 de mayo en El Tiempo, se dio cuenta exacta de una de las razones de esos ataques: “los paramilitares están adquiriendo las mejores tierras de la zona y tienen aterrada a la población civil que huye despavorida dejando sus casas y trabajo”. Entonces, en un nuevo mensaje dirigido al gobernador con copias a la Procuraduría, la Personería, la oficina de Derechos Humanos y la Cruz Roja, precisaron su indignación por la indiferencia del Ejército y de la Policía, acantonados en dos bases militares, una en Tarazá y otra en Caucasia, y acusaron a los alcaldes de esas localidades de “hacerse los de la vista gorda”. Pero nada detuvo el avance de la tragedia. El miércoles santo los paramilitares asesinaron a diez personas, entre ellas, dos niños, que se encontraban en el billar El Golazo, del barrio Policarpa, de Apartado. Unos días más tarde, el domingo 5 de mayo, cuando los vecinos de Pueblo Bello descansaban preparándose para el comienzo de la semana, llegó la guerrilla. Una columna de las FARC mató a nueve personas, entre ellas dos niñas, e incendió parte del casco urbano, compuesto por 50 casas de madera y paja. Luego, se dirigió a Alto de Mulatos, donde mató a otras siete personas. Los relatos fueron espeluznantes. Los hombres, comandados por “El Manteco”, sacaron a los pobladores de sus 99