EL SEÑOR DE LAS SOMBRAS (Biografía no autorizada de Alvaro Uribe) 1 | Page 95

reemplazan a la autoridad, no pueden utilizar armas de fuego salvo las catalogadas como de defensa personal, deben tener licencia de funcionamiento”), y la respuesta que han obtenido (“si a la guerrilla le preocupa su existencia, es porque funcionan”). Entre las “negras” su indefinición (“artículos 39 y 42 del decreto ley que las creó, que las hace diferentes según el armamento que pueden portar”), su persistente incumplimiento de la ley (“de las Convivir que tienen ya más de dos años, no hay ninguna que haya cumplido con el requisito de renovar su permiso de funcionamiento”), la peligrosa personalidad de sus integrantes (“apenas a un 9 por ciento de cerca de los 10 mil hombres que actualmente las integran se les han examinado sus antecedentes penales”), su sinrazón política (“las Convivir son una violación del contrato social, porque representan una manera de devolverle al ciudadano la capacidad de ejercer la fuerza, a la cual renunció”), su ilegitimidad (“las autoridades deben mantener el monopolio eficaz y legítimo sobre el ejercicio de la fuerza”), la responsabilidad del Estado (“la ineficacia de la fuerza pública y los problemas de impunidad de la justicia no pueden convertirse en excusa para que el Estado deje de asumir su responsabilidad constitucional de defensa del orden social”), su presencia verdadera (“si deben estar armadas para ayudar a la fuerza pública, ellas participan en el conflicto armado como combatientes”), su peligro (“al contrario de servir para remover la indiferencia de la población, convierten a esa misma población en blanco de la insurgencia al no permitir distinguir quiénes participan directamente en el conflicto, y quiénes no”), y su actuación tendenciosa (“no es cierto que carezcan de color político: fueron concebidas «para realizar labores de apoyo a la fuerza pública en su tarea 'antiguerrillera', o sea que está señalado específicamente contra qué enemigo se tienen que dirigir”). Pero las Convivir tenían el cáncer por dentro. Y fue así como en octubre de 1996 el gobernador Uribe Vélez solicitó que se dotara a sus integrantes de armas de largo alcance, con el propósito, según dijo, de “convertirlas en grupos de reacción inmediata en apoyo de las Fuerzas Armadas”. El rechazo a esa solicitud fue unánime. No sólo los sectores de izquierda se mostraron en contra. Un conservador caracterizado, como Ramiro Valencia Cossio, señaló 95