EL SEÑOR DE LAS SOMBRAS (Biografía no autorizada de Alvaro Uribe) 1 | Page 58

trataba. ¿Usted qué piensa? - ¿Que qué pienso? Que los colombianos están locos. Se rieron. Y luego, con la carta cuidadosamente doblada en su portafolio, el jefe se dirigió a su despacho. Allí, el asistente lo esperaba radiante. - Señor - le dijo -, me parece que la protesta no debe ser protesta. El gobernador Uribe es un gran amigo de los Estados Unidos. - Sí - le dijo el jefe -. Pero está tan loco como todos los colombianos. - ¿Cómo así? - se desconcertó el asistente -. ¿A qué se refiere usted? - A esta carta. Y, sin más ni más, se la extendió para que la leyera. El asistente no pudo contener la risa. Y cuando vio que su jefe también se reía, soltó una carcajada. La carta del gobernador era breve. Palabras más, palabras menos - le contó esa noche a su novia mientras comían en un restaurante de la Pennsylvania Av. -, Uribe le decía al Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, que a su vez había enviado un oficio a la Subsecretaría de Estado de los Estados Unidos, que Medellín, la ciudad de la eterna primavera, no estaba dispuesta a aceptar ningún trato despectivo, como el que le había dado Robert Gelbard cuando se refirió al apellido del ministro de Justicia. - Según parece - le explicó el asistente a la muchacha -, el ministro de Justicia se apellida Medellín. - Como apellidarse Washington - apuntó ella. - Exacto - dijo él -. Gelbard debió preguntar qué se podía esperar de alguien que llevara semejante nombre. Tú sabes cómo es Gelbard. Un verdadero idiota. Nosotros ya lo oímos como quien oye llover. - Sí - dijo la muchacha que estaba haciendo su monografía de Ciencia Política precisamente sobre Colombia- , pero es el vocero de los Estados Unidos y, como tal, no puede ofender a nadie. - Está bien -contestó él un poco amoscado -. Yo preparé hoy la respuesta. En ella el gobierno va a decir que reconoce la inteligencia y honestidad de un funcionario como Medellín, que no se ha visto envuelto en ningún escándalo, y que presenta disculpas a una ciudad que, según el gobernador, h a puesto 52.137 muertos en los últimos diez años en la guerra contra las drogas, ha sufrido 1.104 atentados terroristas y ha presenciado el asesinato de 694 policías, doce jueces y fiscales y cuatro magistrados. - La cosa no es para risas - anotó la muchacha -. Ni tampoco para que Gelbard diga estupideces como las que acostumbra. - Es cierto - dijo el asistente -. Aquí hay mucho muerto de por medio. El gobernador 58