EL SEÑOR DE LAS SOMBRAS (Biografía no autorizada de Alvaro Uribe) 1 | Page 195
agua, y más adelante hasta el Es ahí, en la aventura de la sopa, de
María Mercedes Carranza, sabiendo que era yo, y no otro, quien
había intentado convertir a ese ser libertario en alguien doméstico,
preocupado por los bombillos que no funcionan, por el pescado
frito en la cocina, y constreñido porque ella sabía precisamente
que afuera estaba el mundo, un mundo en el que yo no
participaba, dado que era la segunda persona de la santísima
trinidad formada, además, por el demonio y la carne, y aterrado,
claro, por las pompas y las vanidades. Va quedando tan lejos
Colombia. Por lo menos esa Colombia de antes, que no era esta de
ahora sumida en la hecatombe, a la que Echandía resumió en una
de sus frases magistrales: un país donde se podía ir a pescar de
noche. Cuando Echandía planteó su idea, ya era por completo
utópica, porque ya habían pasado por encima de nosotros
Laureano y Rojas y el plebiscito que ellos provocaron. Y ya vivían
por ahí, Sangrenegra y Desquite y Efraín González y Chispas y un
guerrero menor que, se suponía, iba a ser capturado de un
momento a otro: Tirofijo. Pero la hecatombe siguió su curso sin
que los potentados de siempre se mosquearan, de manera que las
reivindicaciones sociales que dieron origen a la segunda edición
del conflicto permanecieron en sus trece, y buena parte del país
justificó el comienzo de las guerrillas comunistas, aunque nadie
fuera eso tan extraño sino, por el contrario, todos cristianos viejos
y de 5 en conducta, con certificados auténticos sobre su creencia
en el sagrado derecho de la propiedad y en el Sagrado Corazón y
en las instituciones.
Pero llegó el narcotráfico. Y con el narcotráfico llegaron las guerras
territoriales y la defensa por mano propia: el MAS, los Pepes, los
extraditables, las autodefensas, las Convivir, los paramilitares. Y al
tiempo con los paramilitares (que reunieron las expresiones más
primitivas de un país primitivo como el nuestro) se acabó la
política. En Colombia, desde hace años se acabó la política. Hoy
son los industriales y los grandes consorcios los que eligen. Y
eligen, claro, a quien les conviene, personas de débiles psicologías
como Andrés Pastrana, que, para colmo, fue elegido por uno de
nuestros grandes consorcios por fuera de la ley, las FARC. El
cataclismo en Colombia se ha analizado desde múltiples enfoques,
con las más diversas ópticas, con base en los más certeros y en
los más peregrinos datos. Tomás Eloy Martínez, por ejemplo,
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