EL SEÑOR DE LAS SOMBRAS (Biografía no autorizada de Alvaro Uribe) 1 | Page 191
o pobres o buenos o malos o calvos... todos colombianos. Lo único
que Julio Flórez escribió bien en la vida, fue su epitafio: “Julio
Flórez, colombiano”. Y ahí quedó, a la espera del fin de los siglos
de los demás porque sus siglos terminaron. ¿Dónde terminarán los
míos? Me hubiera gustado que mi placa dijera “Bogotá, 1944 -
Somondoco, 2020”, o cualquiera otro de esos sonoros nombres
nuestros, Turmequé, Guatavita, Tocancipá, Suesca, tan olorosos a
hierbabuena y carbón de palo. Pero no. Dirá Boston. O Lisboa. O
Vancouver. O cualquier otro sitio. Pero, eso sí, exigiré que diga, en
pulcro castellano: Yo bien, ¿y usted? Porque, seguramente, allá
estaré mejor que en este sitio. (Eso, si tengo placa y epitafio).
Elucubraciones, elucubraciones. El viaje continúa interminable. De
manera que escarbo en mi maletín a ver qué otra cosa se enredó
en mi salida. Vea, pues, un artículo de Zuleta, que me hizo llegar
Gerardo Rivas, una de las personas que tratan de pensar a
Colombia de otra manera: La guerra es una fiesta. Como todas las
suyas, la argumentación de Zuleta es muy lúcida. Parte de un
supuesto: “una sociedad armónica es una contradicción en los
términos”. Sigue con una propuesta: “construir un espacio social y
legal en el cual los conflictos puedan desarrollarse sin que la
oposición al otro conduzca a la supresión del otro". Anota un dato:
“todo el mundo conoce de antemano la desproporción existente
entre el valor de lo que se persigue y el valor de lo que está
dispuesto a sacrificar”. Cita a Shakespeare y a Hegel (es Zuleta). Y
concluye: “Si alguien me objetara que el reconocimiento previo de
los conflictos y las diferencias, de su inevitabilidad y su
conveniencia, arriesgaría a paralizar en nosotros la decisión y el
entusiasmo en la lucha por una sociedad más justa, organizada y
racional, yo le replicaría que para mí una sociedad mejor es una
sociedad capaz de tener mejores conflictos. De reconocerlos y de
contenerlos. De vivir no a pesar de ellos, sino productiva e
inteligentemente en ellos. Que sólo un pueblo escéptico sobre la
fiesta de la guerra, maduro para el conflicto es un pueblo maduro
para la paz”. Sin conocer a su interlocutor, treinta años después
sesenta profesores de los Estados Unidos firmaron la “Carta de
América”, un “manifiesto a favor de la guerra”, que apareció
publicado en La Vanguardia, de Barcelona, el 15 de febrero de
este año. Ellos hablan, claro está, del terrorismo, del atentado del
11 de septiembre y de la pretendida cruzada mundial contra los
191