EL SEÑOR DE LAS SOMBRAS (Biografía no autorizada de Alvaro Uribe) 1 | Page 188

pequeño estruendo, dice cosas, escribe en un periódico, perora. Esa es la palabra exacta: perora. Farfulla, emperifolla. El otro, el yo por dentro, permanece atado a un solo sitio, es el anacoreta al que nadie visita sobre una montaña. Palemón, el estilita, sucesor del viejo Antonio. El yo por fuera sabe dónde queda la cueva del otro, pero la evita. Cada vez que la ve en el horizonte, huye. Huye. El yo por dentro siente al enemigo, pero es cobarde y no lo enfrenta. Sabe que está afuera, hablando en voz alta, que estornuda, que opina, que expone su posición, que polemiza, sabe que está a gusto con los demás - y a disgusto -, que lanza dardos envenenados o dardos enamorados según sea. El yo por dentro pertenece a su infancia. Juega, solo, con un carrito, en un comedor con canceles. Es sábado y el sol entra a raudales por las ventanas y hay silencio. Un enorme silencio. Tararea entonces (“tararea para no pensar”), y siente miedo. Adentro hay uno más, agazapado. Afuera, en el avión, cada uno en lo suyo. Lo mío es reconstruir papeles, historias, documentos, inventarse una vida. Cuando en la universidad - si hay universidad - me pregunten de dónde la tragedia de Colombia, tendré que hablar de los culpables que no tuvieron culpa. Rojas, por ejemplo, quiso afirmarse sobre un binomio, Pueblo-Fuerzas Armadas, y comenzó a pensar en términos económicos, con Antonio García propuso nacionalizar la banca y cambiar la base tributaria y nacionalizar los bienes productivos, y eso está prohibido. Todo está permitido, pero hay algo, eso, que está terminantemente prohibido. Revivió entonces el binomio macabro, y el monstruo se hizo carne y habitó entre nosotros. Para que surgiera el Frente Nacional, que no fue otra cosa que una rígida dictadura y un sistema de corrupción repartido milimétricamente, fue necesario que el gobierno militar comenzara a dar bandazos, que matara estudiantes, que no tuviera estilo. En Colombia no se perdona el no tener estilo. Alberto Lleras tenía un magnífico estilo. Rojas no. Ni su régimen. Los periódicos acabaron con él sin que se diera cuenta. Poco a poco el jefe de gobierno comenzó a mostrar su verdadera naturaleza, era un campesino al que le gustaban las ferias y fiestas, en las que lucía un sombrero alón y un zurriago. Y detrás Pabón Núñez. Y la Nena. La verdadera historia de Colombia debería recuperar las fotografías donde se ve al “excelentísimo señor presidente de las República, general jefe supremo” como le gustaba que le dijeran, acariciando a un torete 188