EL SEÑOR DE LAS SOMBRAS (Biografía no autorizada de Alvaro Uribe) 1 | Page 179
frustraron. Allí leo: “Las características de estos movimientos
guerrilleros (N. Del A. Los primeros grandes núcleos guerrilleros,
que hacia 1952 reunían a más de 20 mil hombres), se resumen
en la espontaneidad, la resistencia, lo acentuadamente regional y
lo profundamente heterogéneo en lo social y político, ya que contó
con la presencia de terratenientes, hacendados, comerciantes,
trabajadores y campesinos liberales. Además, como guerra
campesina, incluyó un fuerte componente caudillista en la
dirección” (Sánchez, 2001, página 57). Luchaban por la igualdad,
por la democracia, por el respeto a los derechos humanos más
elementales, violentados por las dictaduras conservadoras de
Ospina Pérez y de Laureano Gómez. El gobierno de este último
había llegado al poder a través de una pantomima de sufragio
público. Y valdría, la pena extenderse sobre ese momento porque
en la circunstancia política de ahora se repiten muchos de los
parámetros que se pusieron en boga para darle un pretendido
marco jurídico a uno de los gobiernos más represivos que haya
vivido América Latina en toda su historia.
En mi maletín de mano, junto a las cosas de última hora, va el
capítulo VII de un espléndido ensayo del investigador
norteamericano John D. Martz: Colombia, un estudio de política
comparada, publicado en 1961, que me remitió Camilo Gaitán
bajo un título significativo: “De Laureano Gómez de 1950 a Álvaro
Uribe Vélez del 2002”. En ese texto Martz analiza un momento de
crisis en el cual “el monstruo”, mote con el que se conoció
popularmente a Laureano, pone “como fundamento de su
administración a la autoridad, el orden y la ayuda norteamericana,
en un escenario de intensidad guerrillera, de crisis del partido
liberal y actividad de la jerarquía católica”. Intentaré hacer un
apretado resumen del texto, porque en él se encuentra la razón de
ser de muchas de nuestras actuales dolencias políticas. Debo
reconocer que entro a saco en el ensayo y que cometo una
enorme cantidad de arbitrariedades, aunque creo haber
conservado su verdadero espíritu: “Era el año de 1949. Luego de
un proceso electoral discutible, en el que sólo participaron los
conservadores, Gómez prometió una administración dedicada a la
justicia y a la participación equitativa de ambos partidos. Habló
repetidamente sobre la restauración de la paz y del respeto por la
vida humana, agregando que las clases inferiores serían
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