EL SEÑOR DE LAS SOMBRAS (Biografía no autorizada de Alvaro Uribe) 1 | Page 178

En Le Fígaro se publicó en febrero un estudio de Guy Sorman. El sostiene que la comunidad internacional no entiende, ni quiere entender, el conflicto en Colombia. El diagnóstico que hace de las FARC es descarnado. “En Colombia, el último refugio del guerrillero revolucionario, las FARC, tiene sobre las armas cerca de 30 mil hombres, que asesinan por año unas cinco mil personas y secuestran tres mil. Su cifra anual de negocios supera los 1.500 millones de dólares, de los cuales dos terceras partes provienen del tráfico de cocaína y el saldo de rescates y otras extorsiones”. Aunque la pregunta que se formula Sorman es apenas obvia: “¿Tanta violencia y tantos recursos tienen por destino el servicio de los pobres?”, en su dramática realidad la respuesta no lo es tanto: “Al contrario - explica él -, son los más débiles en la sociedad colombiana los que sufren lo peor de las acciones de las guerrillas y particularmente de las FARC marxistas. Los campesinos son expulsados de sus tierras para darle lugar a la cultura de la coca y de la amapola y las extorsiones golpean los humildes, mientras las élites tienen al menos el consuelo de pagar guardaespaldas y encerrarse entre vehículos blindados. Son también los pobres los que sufren más directamente la destrucción de la economía colombiana: las infraestructuras bombardeadas, las inversiones que se alejan y los empleos que decrecen, he ahí cómo el narcotráfico prospera a costa de las empresas y de los empleos. Si hace 20 años los guerrilleros marxistas aún podían hacer creer a los campesinos y a los intelectuales crédulos que adelantaban una revolución social, hoy nadie cree en Colombia semejante embuste. Todos los colombianos saben bien que el guerrillero no es más que un empresario de narcotráfico y de secuestros". Ni más ni menos. Pero, sobra decirlo, no siempre fue así. Al comienzo de la insurgencia comunista, decenas de jóvenes estudiantes a quienes sólo protegía la fuerza de su ideal, siguieron el camino señalado por la guerra campesina. En ese entonces Colombia era un país marcado por la pobreza y las desigualdades, pero no por el delito. Un lúcido analista político, el profesor Ricardo Sánchez, analiza a profundidad ese proceso inicial en su libro Crítica y alternativa: Las izquierdas en Colombia (Bogotá, 2001, 358 páginas). En él se entienden a cabalidad los caminos que se 178