EL SEÑOR DE LAS SOMBRAS (Biografía no autorizada de Alvaro Uribe) 1 | Page 173

caudillo y la explosión de ira colectiva que destruyó monumentos históricos y edificios civiles irrecuperables, fue dirigida desde la sombra por la mano siniestra del comunismo y por la diestra de Fidel Castro, en ese entonces un joven estudiante, alumno de los jesuitas. Hasta ahora, cuando el gobierno norteamericano permite consultar los archivos de la CIA de esa época, en los cuales se comprueba que fue esa organización la que asesinó a Gaitán y provocó la revuelta. Daniel Samper, un prestigioso periodista colombiano exiliado desde hace años en España, lo denunció en una columna d e prensa que no tuvo mayor eco. La voracidad de los acontecimientos que se viven en Colombia ha pretendido convertir a Gaitán, un líder de estatura latinoamericana, en un santón al que un grupo de ancianos decrépitos le rinden culto cada año, el día en que se conmemora su asesinato. El 9 de abril de 1948 parte en dos nuestra historia política. Antes el país avanzaba por el cauce lleno de rápidos y de peñascos próximo a la catarata. Después, se precipita por el torrente. Tal vez debería reflexionar más despacio sobre ese proceso, pero las luces de la cabina se prenden anunciando tormenta. De 1948 en adelante el bache entre la historia oficial y la historia verdadera se volvió insuperable. Luego de un rápido recuento, donde aparecen la colaboración de Colombia en la guerra de Corea, la compra de armamento obsoleto a los Estados Unidos, la cruenta guerra civil de 1948 a 1953, la desmovilización de los que él llama “bandoleros”, el pacto que dio origen al Frente Nacional y la revolución cubana, Wolf trae algunos datos de importancia. Cuenta, por ejemplo, que en 1960, por invitación de Eisenhower, se reunieron en Camp David los presidentes latinoamericanos. Alberto Lleras gobernaba en Colombia y veía cómo el prestigio momentáneo que había logrado la hermética burguesía bogotana al encabezar el golpe contra Rojas Pinilla, se le deshacía entre las manos. Pero Lleras era un hombre lúcido, capaz de mirar mucho más allá de sus narices. De modo que, sabiendo bien lo que decía, sostuvo ante sus pares que la misión militar norteamericana acantonada en Colombia (por ese entonces todas las naciones latinoamericanas tenían “misiones” acantonadas en sus territorios), no entrenaba al Ejército “de acuerdo con sus necesidades”. El testimonio, dice Wolf, aparece en el comunicado de la Casa Blanca del 7 de abril de 1960, donde se añade que para Lleras había pocas posibilidades de una guerra entre estados 173