EL SEÑOR DE LAS SOMBRAS (Biografía no autorizada de Alvaro Uribe) 1 | Page 170
escribir cualquier cosa. ¿De Mutis? ¿De Cote? ¿De quién podrá ser
ese libro, que alguna vez leí con entusiasmo? Ah, los viejos
amados libros que ya no volverán. Como las golondrinas. Volverán
los amados mamotretos, en tu balcón sus letras a enredar... Y sólo
en ese momento, al darme cuenta de que no recuerdo con
precisión cómo dice el tercer verso de Bécquer, descubro la
dimensión de mi desastre. Sé que rescaté a Rulfo, como la viuda
que en el incendio de su casa se decide por salvar al gato en
contra del Picasso que cuelga en sus paredes, porque frente al
museo majestuoso y estático de Borges, por ejemplo, (¡de mi
amado Borges!), Pedro Páramo es la vida que se nos entrega en
cuentagotas. Sé que viene Tabucchi, pero no todo Tabucchi, sino
el verdadero, el de Sostiene Pereira. Y pare de contar. Pero, eso sí,
vienen decenas de documentos como el que Ismael Roldán me
entregó en la Universidad hace algunos días, y al que le faltaron
dos páginas, en el que se dibuja la miseria de un país destruido en
su desastre: narcotráfico, guerrilla, paramilitares, debilidad
institucional. Cuatro personas distintas y una sola hecatombe
verdadera. En Colombia todos lo sabemos. Mancuso, por ejemplo.
De pronto, sin saber cómo, un mes antes de las elecciones
parlamentarias de marzo le dice a Martínez que su ejército de
mercenarios apoya a “determinados candidatos”, y que tiene la
orden de impedir a los demás hacer campaña. “Nosotros – dijo -,
ganaremos al menos el 30 por ciento de los escaños en el
Congreso” (un mes más tarde sostuvo que habían superado esa
cifra y que “sus congresistas” llegaban al 35 por ciento). De
manera que una de las instituciones menos respetadas del país, el
Congreso de la República, caerá todavía más hondo. Casi tan
hondo como un país donde, según Mancuso, el paramilitarismo
surgió a raíz “de la ausencia de fuerzas de seguridad del gobierno
en muchos lugares, lugares del tamaño de Francia, España y
Portugal juntos”. “Hemos crecido - concluye Mancuso - porque
mucha gente, como nosotros, estaba harta (harta es la traducción
de la agencia, pero en Colombia se dice 'jarta') de los abusos de
los rebeldes y de la falta de protección del Estado” (Mart ínez, AP,
13/02/02). La falta de protección del Estado. Ese es el argumento
más fácil para acabar precisamente con lo poco que queda de
Estado. Las tonterías que dice Mancuso sólo caben en la cabeza
de Mancuso. Esa tesis ha hecho carrera entre nosotros. Se dice
que en Colombia el Estado no protege a nadie. Que siquiera es
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