EL SEÑOR DE LAS SOMBRAS (Biografía no autorizada de Alvaro Uribe) 1 | Page 168
historia extensa de Colombia, la cual se inició, sobra decirlo, con
Mi confesión (Carlos Castaño, 2001, 328 páginas). Pero sí podré
hablar de sus declaraciones. Las que le hizo a Martínez, por
ejemplo, en las que sostuvo que su organización pasó de 850
hombres en 1992, a 14 mil en el 2002, y que el próximo año
llegará a 26 mil, seis mil de los cuales comenzaron ya su
entrenamiento, mientras que otros seis mil lo harán en abril.
¡Veintiséis mil combatientes! Los estudiantes me harán una
pregunta obligada: ¿dónde ubicarlos? Afirmaré entonces, soto
vocee, que son el grupo a través del cual un ejército regular en
desventaja, como el nuestro, viola los derechos humanos,
masacra campesinos, y controla extensas zonas del país, antes en
manos de la guerrilla. Ahí comenzará la polémica. “¿Tiene usted
alguna prueba que le permita hacer esa afirmación?”, me
preguntará un profesor de derecha. Y yo tendré que decirle que no,
que en Colombia nunca hay pruebas, y que la forma más socorrida
de los corr uptos para eludir sus responsabilidades es la de pedir
que se muestren las pruebas.
Todo el mundo sabe que paramilitares y grandes sectores del
Ejército son sólo uno, pero “no hay pruebas”. Hace poco, lo dijo
Alirio Uribe en París, en las investigaciones que se adelantaron
alrededor del atentado del que fue víctima el dirigente sindical
Wilson Borja, la pista culminó en miembros del Ejército vinculados
a los paramilitares. ¿Qué habrá pasado con eso? Que buscarán
pruebas hasta que el delito prescriba.
En los municipios dominados por los miembros de las
Autodefensas se asiste a su connivencia con los soldados. Los
militares que abandonan las filas saben que encontrarán abrigo
seguro bajo las órdenes de Mancuso. En diciembre del año 2000,
el ministro de Defensa, Luis Femando Ramírez, dijo que 40
suboficiales y oficiales de baja graduación, dados de baja por mala
conducta, habían ido a parar a los batallones de las Autodefensas.
Pero sólo fue un anuncio porque en Colombia, y esta es una
segunda característica del país, las autoridades no hacen
denuncios sino anuncios. Pues bien. Los soldados y los “paras” se
saludan de lejos, se tratan de “compas”, extrañamente sus
horarios nunca se cruzan. Cuando los paramilitares atacan, se
sabe que las autoridades sólo llegarán al sitio en cuestión,
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