EL SEÑOR DE LAS SOMBRAS (Biografía no autorizada de Alvaro Uribe) 1 | Page 167
guerras más cruentas que haya vivido América Latina en toda su
historia. “Tal vez la del Chaco haya sido peor”, pienso como
consuelo. “O la de El Salvador”. Pero en ninguna de ellas se vio
jamás el grado de sevicia del que hace gala la nuestra. Esta misma
mañana leí en El Espectador que Alirio Uribe Muñoz, defensor de
los Derechos Humanos y, como tal, exiliado, denunció en París que
en los tres últimos años hubo en Colombia diez mil muertos, un
millón de desplazados, entre 12 y veinte asesinatos políticos
diarios y más de diez mil secuestros. Multiplico: veinte asesinatos
políticos por 365 días, igual 7.300 asesinatos políticos en un año;
por tres años, igual veintiún mil novecientos asesinatos políticos
en tres años. Veintiún mil novecientas familias golpeadas, veintiún
mil dirigentes cívicos y sindicales asesinados.
Sé que en mi maleta van los conceptos más diversos sobre la
guerra. “La guerra”. Cuando se vive fuera del país, como
comenzaré a hacerlo yo mismo tan pronto me baje de este avión,
es fácil hablar de “la guerra”. Pero esto que vivimos los
colombianos no es una guerra. Es una hecatombe, una masacre
continuada que nos acorrala, que no nos da tregua. ¿En qué
guerra se aceptaría que un asesino, como Salvatore Mancuso,
declarara que su ejército de sicarios “no ejecutará mas de tres
personas al mismo tiempo”? ¿Dónde se ha visto? Pero esas fueron
las declaraciones que, letra por letra, le dio el 13 de febrero a
Margarita Martínez, enviada especial de la Associated Press.
Pienso que mi ámbito inmediato, poblado de victimarios, cambiará
dentro de pocas horas. Cuando en Colombia alguien dice
Mancuso, el interlocutor siente repudio o miedo. Pero, de ahora en
adelante la palabreja no le dirá nada a nadie. Mancuso, el jefe
militar de los paramilitares (aunque suene cacofónico) es
doméstico. Como la roya. Los paramilitares también lo son.
Cuando hable en la Universidad tendré que explicar qué cosa son
las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), y me veré obligado a
hacer breves perfiles biográficos de los asesinos. Mancuso, por
ejemplo. “Nacido en 1965 – diré -, propietario de grandes
extensiones de tierra, hijo de un inmigrante italiano, ex alumno de
Pittsburg, secuestrado por las FARC en 1983, comandante de los
paramilitares desde agosto del 2001”. Y pare de contar. Dentro de
ese resumen no podré enumerar todos y cada uno de sus
crímenes, que harían, con creces, el segundo tomo de la nueva
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