EL SEÑOR DE LAS SOMBRAS (Biografía no autorizada de Alvaro Uribe) 1 | Page 135

Medellín. Luego lo usó como trampolín para llegar al Concejo de su ciudad y al Senado de la República. Sin embargo, en un determinado momento, cuando el “clientelismo” parecía agotarse, le dio la espalda a su mentor electoral y abrió toldo aparte. Muchos pensaron que era un suicidio. Pero no. No sólo Antioquia sino el país entero estaban hasta aquí de los caciques y de sus rifas de neveras y sus sancochos sabatinos, de manera que la propuesta de Uribe se vio como una salida. A la cabeza de “la nueva política” y de una lista disidente, Uribe obtuvo en 1985 treinta y nueve mil votos para el Concejo de Medellín. En 1990 consiguió una de las votaciones más altas para el Senado (90 mil votos), y en 1992, cuando comenzó la circunscripción nacional, logró 65 mil. Con esas cifras a su haber se convirtió en una real alternativa frente a Guerra Serna. Cuando el Congreso fue revocado, Uribe decidió cambiar radicalmente su imagen de amigo de las triquiñuelas y de los saraos. En enero de 1991 viajó a Harvard a estudiar un postgrado. Según El Tiempo, de su paso de un año por la Universidad (regresó en enero del 92 después de estudiar administración de empresas), “le quedaron las ganas de aplicar los modelos de eficiencia del sector privado y la influencia de su maestro, Robert Fisher, eminencia gris en materia de negociación, y uno de los intermediarios en el proceso de paz salvadoreño”. Al volver al Senado lo hizo como un nuevo tecnócrata, capaz de enfrentar los grandes retos teóricos. Años después fijaría en una entrevista las condiciones ideales del congresista y del Congreso. Este último, según él, debería ser bicameral pero más pequeño, y tendría que estar integrado por personas honradas, dedicadas y estudiosas, que buscaran “profundizar el compromiso ético y moral que le recupere credibilidad” a la institución. En esa legislatura fue ponente principal de uno de los grandes proyectos de la década: la ley 100 de seguridad social. La prensa se quedó boquiabierta. ¡Qué juventud y qué capacidad las suyas! “Ni su juventud, ni su corta estatura, ni su cara de niño, han sido impedimento para que Uribe logre lo que se propone - escribió Semana -. A pesar de lo mucho que le ha rendido hasta ahora, su carrera está lejos de terminar”. 135