EL SEÑOR DE LAS SOMBRAS (Biografía no autorizada de Alvaro Uribe) 1 | Page 110
hora equivocados?". Ocho días más tarde Rueda, periodista
cercana a las tesis del candidato, indicó que era un error que “un
presidenciable como Álvaro Uribe se ubique tan tranquilamente en
una postura que de ninguna manera consulta la realidad nacional.
Es tan grave convertirse en idiota útil de la guerrilla, como en
idiota útil de la tendencia de un poder autoritario en el seno de
nuestras Fuerzas Militares”. Y, luego de oír el discurso de Uribe,
añadió: “Lo que a mi parecer no le quedó claro fue finalmente qué
era lo que pensaba: ¿al fin no, o al fin sí? Porque en su discurso
fue enfático al afirmar que el banquete era un acto de homenaje,
pero también uno de protesta, porque asegura que 'lo grave de
esta ocasión es que la solicitud atendida proviene de la
insurgencia, con base no en providencias de la justicia de Estado
sino en sus prevenciones, prejuicios y estrategias', siendo así que
un párrafo antes había dicho que 'aunque hay determinaciones
que duelen y se deploran, su aceptación, llana y simple, en el
estamento armado, es indispensable como premisa del orden
democrático', y porque asegura en su discurso que se debe
reexaminar el concepto, y lo escribe en mayúsculas, de hacer la
paz en medio de la guerra, lo que sólo conduce a la conclusión de
que es mejor hacer la paz en medio de la paz, y a la sensación de
que nos están dando un consejo medio bobalicón”. En ese
entonces, Rueda, como muchos otros observadores, pensaba que
la paz era un proceso serio en el que se debían comprometer a
fondo todas las fuerzas vivas del país. Pero el estruendoso fracaso
de la propuesta de Andrés Pastrana, que mostró en el curso de
pocos meses sus deleznables pies de barro, llevó a que un grupo
humano desesperado y acosado por los escenarios de la
hecatombe y por sus crueles protagonistas, diera un vuelco de
180° y se reuniera en tomo a un hombre que, desde el comienzo,
le apostó al fracaso del proceso de paz. ¿Por qué? Tal vez porque
esperaba que todos termináramos por damos un porrazo, para
sacar de su cubilete de mago una propuesta más cercana a su
forma de ver el mundo: un proceso de guerra.
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