EL SEÑOR DE LAS MOSCAS | Page 82

- La hoguera es lo más importante de todo. Sin ella no nos van a rescatar. A mí también me gustaría pintarme el cuerpo como los guerreros y ser un salvaje, pero tenemos que mantener esa hoguera encendida. Es la cosa más importante de la isla, porque, porque... De nuevo tuvo que hacer una pausa; la duda y el asombro llenaron el silencio. Piggy le murmuró rápidamente: - El rescate. - Ah, sí. Sin una hoguera no van a poder rescatarnos. Así que nos tenemos que quedar junto al fuego y hacer que eche humo. Cuando dejó de hablar todos permanecieron en silencio. Después de tantos discursos brillantes escuchados en aquel mismo lugar, los comentarios de Ralph les parecieron torpes, incluso a los pequeños. Por fin, Bill tendió las manos hacia la caracola. - Ahora que no podemos tener la hoguera allá arriba... porque es imposible tenerla allá arriba... vamos a necesitar más gente para que se ocupe de ella. ¿Por qué no vamos a ese festín y les decimos que lo del fuego es mucho trabajo para nosotros solos? Y, además, salir a cazar y todas esas cosas... ser salvajes, quiero decir... debe ser estupendo. Samyeric cogieron la caracola. - Bill tiene razón, debe ser estupendo... y nos han invitado... -...a un festín... -...con carne... -...recién asada... -...ya me gustaría un poco de carne... Ralph levantó la mano. - ¿Y quién dice que nosotros no podemos tener nuestra propia carne? Los mellizos se miraron. Bill respondió: - No queremos meternos en la jungla. Ralph hizo una mueca. - El sí se mete, ya lo sabéis. - Es un cazador. Todos ellos son cazadores. Eso es otra cosa. Nadie habló en seguida, hasta que Piggy, mirando a la arena, dijo entre dientes: - Carne... Los pequeños, sentados, pensaban seriamente en la carne y la sentían ya en sus bocas. Los cañonazos reso naron de nuevo sobre ellos y las copas de las palmeras repiquetearon bajo un repentino soplo de aire cálido. - Eres un niño tonto - dijo el Señor de las Moscas -. No eres más que un niño tonto e ignorante. Simón movió su lengua hinchada, pero nada dijo. - ¿No estás de acuerdo? - dijo el Señor de las Moscas -. ¿No es verdad que eres un niño tonto? Simón le respondió con la misma voz silenciosa. - Bien - dijo el Señor de las Moscas -, entonces, ¿por qué no te vas a jugar con los demás? Creen que estás chiflado. Tu no quieres que Ralph piense eso de tí, ¿verdad? Quieres mucho a Ralph, ¿no es cierto? Y a Piggy y a Jack. Simon tenía la cabeza ligeramente alzada. Sus ojos no podían apartarse: frente a él, en el espacio, pendía el Señor de las Moscas. - ¿Qué haces aquí solo? ¿No te doy miedo? Simón tembló. - No hay nadie que te pueda ayudar. Solamente yo. Y yo soy la Fiera. Los labios de Simón, con esfuerzo, lograron pronunciar palabras perceptibles. - Cabeza de cerdo en un palo. - ¡Qué ilusión, pensar que la Fiera era algo que se podía cazar, matar! - dijo la cabeza. Durante unos momentos, el bosque y todos los demás lugares apenas discernibles resonaron con la parodia de una risa -. Tú lo sabías, ¿verdad? ¿Que soy parte de ti?