quietos, frente a Ralph; vio que el más alto de ellos, sin otra cosa sobre su cuerpo más
que pintura y un cinturón, era Jack.
Ralph había recobrado el aliento y pudo hablar.
- Bueno, ¿qué quieres?
Jack no le hizo caso; alzó su lanza y empezó a gritar.
- Escuchadme todos. Yo y mis cazadores estamos viviendo en la playa, junto a la roca
cuadrada. Cazamos, nos hinchamos a comer y nos divertimos. Si queréis uniros a mi
tribu, venid a vernos. A lo mejor dejo que os quedéis. O a lo mejor no.
Se calló y miró en torno suyo. Tras la careta de pintura, se sentía libre de vergüenza o
timidez y podía mirarles a todos de uno en uno. Ralph estaba arrodillado junto a los restos
de la hoguera como un corredor en posición de salida, con la cara medio tapada por el
pelo y el hollín. Samyeric se asomaban como un solo ser tras una palmera al borde del
bosque. Uno de los peques, con la cara encarnada y contraída, lloraba a gritos junto a la
poza; sobre la plataforma, aferrada en sus manos la caracola, se hallaba Piggy.
- Esta noche vamos a darnos un festín. Hemos matado un jabalí y tenemos carne. Si
queréis, podéis venir a comer con nosotros.
En lo alto, los cañones de las nubes volvieron a disparar. Jack y los dos anónimos
salvajes que le acompañaban se sobresaltaron, alzaron los ojos y luego recobraron la
calma. El peque seguía llorando a gritos. Jack esperaba algo. Apremió, en voz baja, a los
otros:
- ¡Venga... ahora!
Los dos salvajes murmuraron. Jack les dijo con firmeza.
- ¡Venga!
Los dos salvajes se miraron, levantaron sus lanzas y dijeron a la vez:
- El jefe ha hablado.
Después, los tres dieron media vuelta y se alejaron a paso ligero. Ralph se levantó
entonces, con la vista fija en el lugar por donde habían desaparecido los salvajes. Al llegar
Samyeric balbucearon en un murmullo de temor:
- Creí que era...
-...y sentí...
-...miedo.
Piggy estaba en la plataforma, en un plano más alto, sosteniendo aún la caracola.
- Eran Jack, Maurice y Robert - dijo Ralph -. Se están divirtiendo de lo lindo, ¿verdad?
- Yo creí que me iba a dar un ataque de asma.
- Al diablo con tu asma.
- En cuanto vi a Jack pensé que se tiraba a la caracola. No sé por qué.
El grupo de muchachos miró a la blanca caracola con cariñoso respeto. Piggy la puso
en manos de Ralph y los pequeños, al ver aquel símbolo familiar, empezaron a regresar.
- Aquí no.
Sintiendo la necesidad de algo más ceremonioso se dirigió hacia la plataforma. Ralph
iba en primer lugar, meciendo la caracola; le seguía Piggy, con gran solemnidad; detrás,
los mellizos, los pequeños y todos los demás.
- Sentaos todos. Nos han atacado para llevarse el fuego. Se están divirtiendo mucho.
Pero la...
Ralph se sorprendió ante la cortina que nublaba su cerebro. Iba a decirles algo, cuando
la cortinilla se cerró.
- Pero la...
Le observaban muy serios, sin sentir aún ninguna duda sobre su capacidad. Ralph se
apartó de los ojos la molesta melena y miró a Piggy.
- Pero la... la... ¡la hoguera! ¡Pues claro, la hoguera!
Empezó a reírse; se contuvo y recobró la fluidez de palabra.