Aguardó un momento, esbozando el próximo punto a tratar.
- Y otra cosa.
- Son demasiadas cosas - gritó alguien. Hubo un murmullo de asentimiento. Ralph
impuso el silencio.
- Y otra cosa. Por poco prendemos fuego a toda la isla. Y perdemos demasiado tiempo
rodando piedras y haciendo fueguecitos para guisar. Ahora os voy a decir una cosa, y va
a ser una regla, porque para eso soy jefe. No habrá más hogueras que la de la montaña.
Jamás.
Al instante se produjo un tumulto. Algunos muchachos se pusieron de pie a gritar
mientras Ralph les contestaba con otros gritos.
- Porque si queréis una hoguera para cocer pescado o cangrejos no os va a pasar nada
por subir hasta la montaña. Así podremos estar seguros.
A la luz del sol poniente, una multitud de manos reclamaban la caracola. Ralph la
apretó contra su cuerpo y de un brinco se subió al tronco.
- Eso era to