EL SEÑOR DE LAS MOSCAS | Page 30

- Hablan y gritan. Los más pequeños. Y también algunos de los otros. Como si... - Como si ésta no fuese una isla estupenda. Sorprendidos por la interrupción, alzaron los ojos y vieron la seria faz de Simón. - Como si - dijo Simón - la bestia, la bestia o la serpiente, fuese de verdad. ¿Os acordáis? Los dos chicos mayores se estremecieron al escuchar aquella palabra vergonzosa. Ya no se mentaban las serpientes, eran algo que ya no se podía nombrar. - Como si esta no fuese una isla estupenda - dijo Ralph lentamente -. Sí, es verdad. Jack se sentó y estiró las piernas. - Están chiflados. - Como chivas. ¿Te acuerdas cuando fuimos a explorar? Sonrieron al recordar el hechizo del primer día. Ralph continuó: - Así que necesitamos refugios que sean como un... - Hogar. - Eso es. Jack encogió las piernas, rodeó las rodillas con las manos y frunció el ceño, en un esfuerzo por lograr claridad. - De todas formas... en la selva. Quiero decir, cuando sales a cazar... cuando vas por fruta no, desde luego..., pero cuando sales por tu cuenta... Hizo una pausa, sin estar seguro de que Ralph le tomara en serio. - Sigue. - Si sales a cazar, a veces te sientes sin querer... Se le encendió de repente el rostro. - No significaba nada, desde luego. Es sólo la impresión. Pero llegas a pensar que no estás persiguiendo la caza, sino que... te están cazando a tí; como si en la jungla siempre hubiese algo detrás de ti. Se quedaron de nuevo callados: Simón, atento, Ralph, incrédulo y ligeramente disgustado. Se incorporó, frotándose un hombro con una mano sucia. - Pues no sé que decirte. Jack se puso en pie de un salto y empezó a hablar muy deprisa. - Así es como te puedes sentir en el bosque. Desde luego, no significa nada. Sólo que..., que... Dio unos cuantos pasos ligeros hacia la playa; después, volvió. - Sólo que sé lo que sienten. ¿Sabes? Eso es todo. - Lo mejor que podíamos hacer es conseguir que nos rescaten. Jack tuvo que pararse a pensar unos instantes para recordar lo que significaba «rescate». - ¿Rescate? ¡Sí, desde luego! De todos modos, primero me gustaría atrapar un cerdo... Asió la lanza y la clavó en el suelo. Le volvió a los ojos aquella mirada opaca y dura. Ralph le miró con disgusto a través de la melena rubia. - Con tal que tus cazadores se acuerden de la hoguera... - ¡Tú y tu hoguera! Los dos muchachos bajaron saltando a la playa y, volviéndose cuando llegaron al borde del agua, dirigieron la vista hacia la montaña rosa. El hilo de humo dibujaba una blanca línea de tiza en el limpio azul del cielo, temblaba en lo alto y desaparecía. Ralph frunció el ceño. - Me gustaría saber hasta qué distancia se puede ver eso. - A muchos kilómetros. - No hacemos bastante humo. La base del hilo, como si hubiese advertido sus miradas, se espesó hasta ser una mancha clara que trepaba por la débil columna. - Han echado ramas verdes - murmuró Ralph -. ¿Será que.,.? - entornó los ojos y giró para examinar todo el horizonte.