EL SEÑOR DE LAS MOSCAS | Page 31

- ¡Ya está! Jack había gritado tan fuerte que Ralph dio un salto. - ¿Qué? ¿Dónde? ¿Es un barco? Pero Jack señalaba hacia los altos desfiladeros que descendían desde la montaña a la parte más llana de la isla. - ¡Claro! Ahí se deben esconder... tiene que ser eso; cuando e! sol calienta demasiado... Ralph observó asombrado aquel excitado rostro. -...suben muy alto. Hacia arriba y a la sombra, descansando cuando hace calor, como las vacas en casa... - ¡Creí que habías visto un barco! - Podríamos acercarnos a uno sin que lo notase..., con las caras pintadas para que no nos viesen..., quizá rodearles y luego... La indignación acabó con la paciencia de Ralph. - ¡Te estaba hablando del humo! ¿Es que no quieres que nos rescaten? ¡No sabes más que hablar de cerdos, cerdos y cerdos! - ¡Es que queremos carne! - Y me paso todo el día trabajando sin nadie más que Simón y vuelves y ni te fijas en las cabañas. - Yo también he estado trabajando... - ¡Pero eso te gusta! - gritó Ralph -. ¡Quieres cazar! Mientras que yo... Se enfrentaron en Ja brillante playa, asombrados ante aquel choque de sentimientos. Ralph fue el primero en desviar la mirada, fingiendo interés por un grupo de pequeños en la arena. Del otro lado de la plataforma llegó el griterío de los cazadores nadando en la poza. En un extremo de la plataforma estaba Piggy, tendido boca abajo, observando el agua resplandeciente. - La gente nunca ayuda mucho. Quería manifestar que la gente nunca resultaba ser del todo como uno se imagina que es. - Simon sí ayuda - señaló hacia los refugios -. Todos los demás salieron corriendo. El ha hecho tanto como yo..., sólo que... - Siempre se puede contar con Simón. Ralph se volvió hacia los refugios, con Jack a su lado. - Te ayudaré un poco - dijo Jack entre dientes - antes de bañarme. - No te molestes. Pero cuando llegaron a los refugios no encontraron a Simón por ninguna parte. Ralph se asomó al agujero, retrocedió y se volvió a Jack. - Se ha largado. - Se hartaría - dijo Jack y se fue a bañar. Ralph frunció el ceño. - Es un tipo raro. Jack asintió, por el simple deseo de asentir más que por otra cosa; y por acuerdo tácito dejaron el refugio y se dirigieron a la poza. - Y luego - dijo Jack -, cuando me bañe y coma algo, treparé al otro lado de la montaña a ver si veo algunas huellas. ¿Vienes? - ¡Pero si el sol está a punto de ponerse! - Quizás me dé tiempo... Caminaron juntos, como dos universos distintos de experiencia y sentimientos, incapaces de comunicarse entre sí. - ¡Si lograse atrapar un jabalí! - Volveré para seguir con el refugio. Se miraron perplejos, con amor y odio. El agua salada y tibia de la poza, y los gritos, los chapuzones y las risas fueron por fin suficientes para acercarles de nuevo.