EL SEÑOR DE LAS MOSCAS | Page 29

- Y no hacen más que largase por ahí. ¿Te acuerdas de la reunión? ¿Que todos íbamos a trabajar duro hasta terminar los refugios? - Menos yo y mis cazadores... - Menos los cazadores. Bueno, pues con los peques es... Hizo un gesto con la mano, en busca de la palabra - Es inútil. Los mayores son también por el estilo. ¿Ves? Llevo trabajando todo el día con Simón. Nadie más. Están todos por ahí, bañándose o comiendo o jugando. Simón asomó lentamente la cabeza. - Tú eres el jefe. Regáñales. Ralph se tendió del todo en el suelo y alzó la mirada hacia las palmeras y el cielo. - Reuniones. Nos encantan las reuniones, ¿verdad? Todos los días. Y hasta dos veces al día para hablar - se apoyó en un codo -. Te apuesto que si soplo la caracola ahora mismo vienen corriendo. Y entonces... ya sabes, nos pondríamos muy serios y alguno diría que tenemos que construir un reactor o un submarino o un televisor. Al terminar la reunión se pondrían a trabajar durante cinco minutos y luego se irían a pasear por ahí o a cazar. A Jack se le encendió la cara. - Todos queremos carne. - Pues hasta ahora no la hemos tenido. Y también queremos refugios. Además, el resto de tus cazadores volvieron hace horas. Se han estado bañando. - Yo seguí - dijo Jack -. Dejé que se marcharan. Tenía que seguir. Yo... Trató de comunicarle la obsesión, que le consumía, de rastrear una presa y matarla. - Yo seguí. Pensé, si voy yo solo... Aquella locura le volvió a los ojos. - Pensé que podría matar, - Pero no lo hiciste. - Pensé que podría. Una cólera escondida vibró en la voz de Ralph. - Pero todavía no lo has hecho. Su invitación podría haberse tomado como una observación sin malicia, a no ser por algo escondido en su tono. - Supongo que no querrás ayudarnos con los refugios, ¿verdad? - Queremos carne... - Y no la tenemos. La rivalidad se hizo ahora patente. - ¡Pero la conseguiré! ¡La próxima vez! ¡Necesito un hierro para esta lanza! Herimos a un cerdo y la lanza se soltó. Si pudiésemos ponerle una punta de hierro... - Necesitamos refugios. De repente, Jack gritó enfurecido: - ¿Me estás acusando?... - Lo único que digo es que hemos trabajado muchísimo. Eso es todo. Los dos estaban sofocados y les era difícil mirarse de frente. Ralph se volteó sobre su estómago y se puso a jugar con la hierba. - Si vuelve a llover como cuando caímos aquí vamos a necesitar refugios, eso desde luego. Y, además, hay otra cosa. Necesitamos refugios porque... Calló durante un momento y ambos dominaron su enfado. Entonces pasó a un nuevo tema, menos peligroso. - Te has dado cuenta, ¿no? Jack soltó la lanza y se sentó en cuclillas. - ¿Que si me he dado cuenta de qué? - De que tienen miedo. Giró el cuerpo y observó el rostro violento y sucio de Jack. - Quiero decir de lo que pasa. Tienen pesadillas Se les puede oír. ¿No te han despertado nunca por la noche? Jack sacudió la cabeza.