- Y no hacen más que largase por ahí. ¿Te acuerdas de la reunión? ¿Que todos
íbamos a trabajar duro hasta terminar los refugios?
- Menos yo y mis cazadores...
- Menos los cazadores. Bueno, pues con los peques es...
Hizo un gesto con la mano, en busca de la palabra
- Es inútil. Los mayores son también por el estilo. ¿Ves? Llevo trabajando todo el día
con Simón. Nadie más. Están todos por ahí, bañándose o comiendo o jugando.
Simón asomó lentamente la cabeza.
- Tú eres el jefe. Regáñales.
Ralph se tendió del todo en el suelo y alzó la mirada hacia las palmeras y el cielo.
- Reuniones. Nos encantan las reuniones, ¿verdad? Todos los días. Y hasta dos veces
al día para hablar - se apoyó en un codo -. Te apuesto que si soplo la caracola ahora
mismo vienen corriendo. Y entonces... ya sabes, nos pondríamos muy serios y alguno
diría que tenemos que construir un reactor o un submarino o un televisor. Al terminar la
reunión se pondrían a trabajar durante cinco minutos y luego se irían a pasear por ahí o a
cazar.
A Jack se le encendió la cara.
- Todos queremos carne.
- Pues hasta ahora no la hemos tenido. Y también queremos refugios. Además, el resto
de tus cazadores volvieron hace horas. Se han estado bañando.
- Yo seguí - dijo Jack -. Dejé que se marcharan. Tenía que seguir. Yo...
Trató de comunicarle la obsesión, que le consumía, de rastrear una presa y matarla.
- Yo seguí. Pensé, si voy yo solo... Aquella locura le volvió a los ojos.
- Pensé que podría matar,
- Pero no lo hiciste.
- Pensé que podría.
Una cólera escondida vibró en la voz de Ralph.
- Pero todavía no lo has hecho. Su invitación podría haberse tomado como una
observación sin malicia, a no ser por algo escondido en su tono.
- Supongo que no querrás ayudarnos con los refugios, ¿verdad?
- Queremos carne...
- Y no la tenemos.
La rivalidad se hizo ahora patente.
- ¡Pero la conseguiré! ¡La próxima vez! ¡Necesito un hierro para esta lanza! Herimos a
un cerdo y la lanza se soltó. Si pudiésemos ponerle una punta de hierro...
- Necesitamos refugios.
De repente, Jack gritó enfurecido:
- ¿Me estás acusando?...
- Lo único que digo es que hemos trabajado muchísimo. Eso es todo.
Los dos estaban sofocados y les era difícil mirarse de frente. Ralph se volteó sobre su
estómago y se puso a jugar con la hierba.
- Si vuelve a llover como cuando caímos aquí vamos a necesitar refugios, eso desde
luego. Y, además, hay otra cosa. Necesitamos refugios porque...
Calló durante un momento y ambos dominaron su enfado. Entonces pasó a un nuevo
tema, menos peligroso.
- Te has dado cuenta, ¿no?
Jack soltó la lanza y se sentó en cuclillas.
- ¿Que si me he dado cuenta de qué?
- De que tienen miedo.
Giró el cuerpo y observó el rostro violento y sucio de Jack.
- Quiero decir de lo que pasa. Tienen pesadillas Se les puede oír. ¿No te han
despertado nunca por la noche? Jack sacudió la cabeza.