EL SEÑOR DE LAS MOSCAS | Page 19

Los tres intentaron trasmitir a los demás la sensación de aquella cosa rosada y viva que luchaba entre las lianas. - Vimos... - Chillando... - Se escapó... - Y no me dio tiempo a matarle... pero... ¡la próxima vez! Jack clavó la navaja en un tronco y miró a su alrededor con cara de desafío. La reunión recobró la tranquilidad. - Como veis - dijo Ralph -, necesitamos cazadores para que nos consigan carne. Y otra cosa. Levantó la caracola de sus rodillas y observó en torno suyo aquellas caras quemadas por el sol. - No hay gente mayor. Tendremos que cuidarnos nosotros mismos. Hubo un murmullo y el grupo volvió a guardar silencio. - Y otra cosa. No puede hablar todo el mundo a la vez. Habrá que levantar la mano como en el colegio. Sostuvo la caracola frente a su rostro y se asomó por uno de sus bordes. - Y entonces le daré la caracola. - ¿La caracola? - Se llama así esta concha. Daré la caracola a quien le toque hablar. Podrá sostenerla mientras habla. - Pero... - Mira... - Y nadie podrá interrumpirle. Sólo yo. Jack se había puesto de pie. - ¡Tendremos reglas! - gritó animado -. ¡Muchísimas! Y cuando alguien no las cumpla... - ¡Uayy! - ¡Zas! - ¡Bong! - ¡Bam! Ralph sintió a alguien levantar la caracola de sus rodillas. Cuando se dio cuenta, ya estaba Piggy de pie, meciendo en sus brazos el gran caracol blanquecino, y el griterío fue apagándose poco a poco. Jack, todavía de pie, miró perplejo a Ralph, que sonrió y le señaló el tronco con una palmada. Jack se sentó. Piggy se quitó las gafas y, mientras las limpiaba con la camisa, miró parpadeante a la asamblea. - Estáis distrayendo a Ralph. No le dejáis llegar a lo más importante. Se detuvo. - ¿Sabe alguien que estamos aquí? ¿Eh? - Lo saben en el aeropuerto. - El hombre de la trompeta... - Mi papá. Piggy se puso las gafas. - Nadie sabe que estamos aquí - dijo. Estaba más pálido que antes y falto de aliento -. A lo mejor sabían a dónde íbamos; y a lo mejor, no. Pero no saben dónde estamos porque no llegamos a donde íbamos a ir. Les miró fijamente durante unos instantes, luego giró y se sentó. Ralph cogió la caracola de sus manos. - Eso es lo que yo iba a decir - siguió -, cuando todos vosotros, cuando todos... - observó sus caras atentas -. El avión cayó en llamas por los disparos. Nadie sabe dónde estamos y a lo mejor tenemos que estar aquí mucho tiempo. Hubo un silencio tan completo que podía oírse el angustioso subir y bajar de la respiración de Piggy. El sol entraba oblicuamente y doraba media plataforma. Las brisas, que se habían entretenido en la laguna persiguiéndose la cola, como los gatos, se abrían