Se dio la vuelta dejando al pez meciéndose entre las olas. Al llegar a su hogar,
la cabaña había desaparecido. Su lugar lo ocupaba una coqueta casita de
piedra que hasta tenía un pequeño huerto para cultivar hortalizas.
Su mujer estaba peinándose en la habitación principal.
– ¡Imagino que ahora estarás contenta! ¡Esta casa nueva es una monada y
más grande que la que teníamos!
– ¿Contenta? ¡Ni de broma! No has sabido aprovecharte de la situación ¡Ya
que pides, pide a lo grande! Vuelve ahora mismo y dile al pez de oro que
quiero una casa lujosa y con todas las comodidades que se merece una
señora de mi edad.
– Pero…
– ¡Ah, y nada de huertos, que no pienso trabajar en lo que me queda de vida!
¡Dile que prefiero un bonito jardín para dar largos paseos en primavera!