El hombre estaba harto y le parecía absurdo pedir cosas que no necesitaban,
pero por no oír los lamentos de su esposa, obedeció y acudió de nuevo a la
orilla del mar.
– ¡Pececito de oro, asómate que necesito tu ayuda!
– ¿Qué puedo hacer por ti, amigo?
– Siento ser tan pesado pero mi mujer sueña con una casa y una vida más
lujosa.
– Amigo, no te preocupes. Hoy mismo tendrá una gran casa y todo lo que
necesite para vivir en ella ¡Incluso le pondré servicio doméstico para que ni
siquiera tenga que cocinar!
– Muchas gracias, amigo pez. Eso más de lo que nunca soñamos