El pez de oro El pez de oro | Page 6

El buen hombre recordó que el pez le había dicho que podía concederle sus deseos, y ante las quejas continuas de su mujer, decidió regresar al a orilla. – ¡Pececito de oro, asómate que necesito tu ayuda! La cabecita dorada surgió de las aguas y se quedó mirando al anciano. – ¿Qué puedo hacer por ti, amigo? – Mi mujer quiere pan para comer porque hoy no tenemos nada que llevarnos a la boca ¿Podrías conseguirme un poco? – ¡Por supuesto! Vuelve con tu esposa y tendrás pan más que suficiente para varios días.