el newsletter de la camada 87 mayo 2014 | Page 10

el paraíso, comparado con todo eso, y encima, el GPS que no paraba de decir: “zona de peligro”.   A pesar de eso, el lugar era muy agradable: tenía una canchita de fútbol. Esperamos mucho, y en esa espera – quizás no tan “dulce espera”- vimos desfilar chicos y chicas de todas las edades. No puedo explicarles lo que fue eso: se te partía el corazón de verlos, tantos chicos sin hogar, era hasta difícil mirarlos a los ojos, y comprender la realidad tan distinta que debían vivir. Algunos tenían 14 años y hacía cinco que estaban ahí, nadie “los elegía”, y yo pensaba, “pobres, por la edad que tienen, va ser muy difícil que consigan papás”. Ojalá me equivoque.   Entre todos estos chicos, vimos uno que nos miraba, medio chuequito. Por lo bajo, le dije a Hela, “es él”, y así fue. La directora del hogar nos dijo que si no estábamos seguros que nos fuéramos, porque había personas que estaban con los chicos y después de dos días no aparecían nunca más. Fueron días muy fuertes, muchas historias de vida que nos contaron, muy tristes. Y en el medio, esos chicos a los que nadie iba a buscar. Primero tuvimos un periodo de adaptación: Lauti vino a casa, silencioso, observador, por unas horas, y después, de vuelta al hogar. Ese día hicimos dos horas para llegar al hospicio, dos horas para llevarlo de vuelta a casa, dos