Puteé y maldije. Esperé hasta último momento y se me
ocurrió la última oportunidad de zafar: los llamé a César, a
Andy Anderson, a Andy Basso, al Mono … esperando que
algún garca me dijera: “mirá Apo, se me complicó y no voy a
poder ir …”. Pero no. Todos me dijeron: Ya estamos en
camino!!!.
Llego al Retiro.
Cabeza me había anticipado: “siempre somos la camada
con más gente”. Pero llego y veo a un señor más gordo que
yo, más alto que yo, e incluso más pelado que yo, con un
cartelito que decía “camada 78”. Luego veo a un montón de
tipos cincuentones (o más). Y mirando re ojo y buscando
como quien no quiere la cosa, NO ENCUENTRO A NI UNO
DE NUESTRA CAMADA.
Me dije a mí mismo: “¡qué buena joda me hicieron los
muchachos, cómo me cagaron. Ya me veo hablando de
religión con la camada 78!” La puta madre que los re mil
parió!
Pero de a poquito me fui encontrando con conocidos del
colegio, del club Newman y demás. Y de a poco fueron
llegando los de la gloriosa camada. Ahí me sentí como en
casa.
Primera lección: La camada 87 nunca falla!