Nacidos para ser cuidados
Las especies altriciales, como los humanos, dependemos del cuidado de nuestra familia para la supervivencia y el desarrollo posterior al nacimiento. Los padres son necesarios para regular la temperatura de la cría y proporcionar alimentos y protección contra las amenazas ambientales. Esto se consigue porque la vinculación de los padres con su descendencia es profunda. Los recién nacidos aprenden rápidamente que los signos de la presencia de sus progenitores, la imagen, la voz, el tacto o el olor, indican seguridad.
Los estudios en mamíferos muestran que los bebés se adaptan con naturalidad a las emociones paternas. La presencia de un progenitor tranquilo y afectuoso produce sensación de seguridad en el niño. Por el contrario, la angustia y el miedo de los padres activan los circuitos cerebrales del bebé que son responsables de procesar el estrés, el dolor y el miedo.
La capacidad del cuidador de regular las emociones de su descendencia es una función adaptativa codificada en nuestros genes. Antes de que las personas tengamos experiencias propias independientes, aprendemos qué es seguro y qué peligroso observando e interactuando con nuestros padres. Esto aumenta nuestras posibilidades de supervivencia y éxito.
Numerosos estudios muestran que la presencia de los padres es más importante para el bienestar emocional del bebé o el niño pequeño que el ambiente que le rodea. Mientras los padres estén presentes y se mantengan tranquilos y afectuosos, el niño soportará las adversidades. Metafóricamente hablando, para el niño pequeño el
cuidador es el mundo.
Maduración precoz de algunos circuitos cerebrales
La presencia de los padres también es necesaria para el crecimiento y desarrollo armónico del individuo. Eso incluye aspectos psicosociales, como nuestra capacidad para responder al estrés y autorregular nuestras emociones, o nuestra capacidad para confiar en los demás y funcionar en grupo.
Cualquier interrupción grave y prolongada del cuidado paternal, especialmente en bebés y niños muy pequeños, altera la forma en que se desarrolla el cerebro joven. Los menores de cinco
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