¨El Misterio de Belicena Villca¨
– Aguarde un momento Señor – solicitó el marino, y penetró con presteza en el edificio. Afuera quedaba aún otro guardia.
Parece que está todo bien – dijo el Verde –. Yo me retiraré ya mismo, pero todavía estaré un día en Shanghái. Podéis buscarme en el puerto si surge algún problema y, por si he partido, os dejaré el nombre de un contacto al que advertiré que vosotros os encontráis bajo la protección de la Banda Verde. Recordad que nosotros siempre os podremos sacar de China.
Afortunadamente no fue necesario recurrir nuevamente a la Sociedad Secreta del hampa chino. Mientras aguardábamos al Sargento, Von Grossen interrogó al marinero. Este le informó que el Consulado se hallaba al final del barrio francés, casi junto al arroyo Oang-Kin-Pan, rodeado por las sucursales de las pocas compañías alemanas que comerciaban con Shanghái. También le dijo que en el puerto estaban anclados dos barcos alemanes, con salida prevista para tres y siete días después. El sargento regresó acompañado de un Secretario diplomático. – Pasen por favor, Señores – ordenó. Los cinco ingresamos a una cómoda sala de espera. – Tomen asiento, que enseguida serán atendidos – pidió, y salió por una puerta panel, no sin antes echar una mirada de desconfianza a Bangi, Srivirya y al perro daiva.
Una hora tuvimos que esperar, hasta que al fin regresó el Secretario y nos condujo a la oficina del Cónsul. Era éste un diplomático de carrera oriundo de Colonia, enviado a Shanghái seguramente para aprovechar su conocimiento natal del francés, y el inglés universitario. Impecablemente vestido con traje negro, no representaba más de 40 años de edad y aparentaba estar tranquilo.
– Disculpen la demora, pero he debido llamar a Nanking. No se imaginan de qué manera ha protestado el Embajador, Barón Heinrich Von Baden, por lo que considera una intromisión de la R. S. H. A. en el Ministerio del Exterior: no acepta excusas por no haber sido informado sobre esa misión secreta“ Clave Primera”.
– Pero es que la operación no debía desarrollarse en la China sino en el Tíbet – interrumpió Von Grossen –. Aquí hemos llegado huyendo.
– No se preocupe, Standartenführer: Von Baden siempre protesta – lo calmó el Cónsul sonriendo –. Déjeme terminar. Fue consultado el agregado militar, quien confirmó que sus nombres y grados figuran en el listado cifrado de la. De lo que no conocía una palabra, por supuesto, era de la Operación Clave Primera. Por lo tanto, se ha enviado una solicitud de informes a Alemania y se está a la espera de la respuesta. Apenas llegue el cable la situación de Uds. quedará resuelta. – ¿ Y eso cuánto puede demorar? – pregunté irracionalmente. – ¿ Cómo saberlo? Si es cierto que son quienes dicen ser, comprenderán que Berlín puede responder en una hora, en un día, o no contestar y hacer algo. Tratándose de la R. S. H. A. nadie puede anticipar su reacción. Y tengan presente que no estoy efectuando una crítica pues Yo también soy de la – se atajó –. Sturmbannführer honorario obtuve ese grado en 1936, gracias a la gestión del actual ministro del Exterior, Joachim Von Ribbentrop. – ¡ Muy bien! – aprobó Von Grossen. – Sí. Soy de la y por eso les aconsejaré lo que harán desde ahora. Si permanecen aquí me veré en la obligación de ponerlos bajo custodia, cosa que para Uds. sería muy molesto. En cambio los haré conducir a un Hotel que se encuentra a cuatrocientos metros, donde estarán cómodos hasta que lleguen noticias de Alemania o de Nanking. Al Embajador le diré que no pude detenerlos y que, de todos modos, están seguros allí. No tenían sus papeles verdaderos ¿ pero tienen otros papeles? ¿ Dinero? Se me ocurre que deben estar provistos de ellos pues sino no hubiesen logrado atravesar China.
– En efecto, Sturmbannführer Kónsul: disponemos de documentación falsa y dinero. Buen dinero, nos dijeron, pues también es falso, – confirmó Von Grossen con sarcasmo –. Le agradecemos sus consejos, y los seguiremos al pie de la letra pues parecen muy sensatos. Luego de pasar meses explorando el Asia no podríamos resistir ni una hora prisioneros.
– Es cierto que me dijo que venían de Bután. ¡ Por Dios, qué viaje! ¿ Y de qué huían a través de China, se puede saber? ¿ de los comunistas?
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