El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 509

¨El Misterio de Belicena Villca¨
Al salir de la zona portuaria, tomando por calles que el guía parecía conocer muy bien, llegamos a una plaza-mercado de enormes dimensiones, donde existía una natural aglomeración de cientos de yin-kiricsas, esos vehículos japoneses tirados por un hombre, que tienen forma de calesa individual y los ingleses denominaban rickshaw. Nos pareció el colmo de la organización y la disciplina el verificar que seis se hallaban apartadas esperándonos, sin dudas advertidos por los Verdes que habían salido antes del puerto. Miré de reojo a Von Grossen, pero lo notó.
– Estos malandrines sí que saben hacer las cosas – gruñó –. Deberíamos venir a aprender de ellos.
Yo no atendí a esta exageración pues ya rodábamos a bastante velocidad y me absorbía completamente la vista de la gran ciudad: con 5.000.000 de habitantes en 1938, Shanghái para los ingleses, Changai para los franceses, y Xangae para Portugueses y Españoles, era una ciudad tremenda para cualquier par de ojos occidentales. Ahora nos dirigíamos a la“ Colonia modelo”, o bund, la isla que los occidentales supieron levantar en medio de un pantano insalubre, que fue el único lugar cedido por los chinos en el tratado de Nanking de 1842, rubricado a cañonazo limpio por los ingleses que en ese año ocuparon Shanghái pese a los 250 cañones de las baterías sobre el Vu-Sang: los piratas desembarcaron la infantería, que neutralizó los cañones y marchó sobre la ciudad, mientras los barcos ingresaban por la puerta del Norte y los chinos huían por la puerta del Sur.
Sobre esos terrenos pantanosos se levantó una magnífica ciudadela europea, amurallada, con canalización empedrada del agua, y calles pavimentadas e iluminadas. Se construyeron edificios gigantescos pertenecientes a las tres potencias ocupantes: Inglaterra, Estados Unidos y Francia; y pronto surgieron tres barrios característicos de esas nacionalidades, además del infaltable chinatow, llamado Nantao por los chinos. Las tres potencias colonialistas obtuvieron zonas extensas de puerto privado para que sus Compañías de Comercio Exterior instalasen factorías comerciales. Cuando los alemanes pretendieron ingresar en este negocio, el puerto ya estaba completamente repartido y se vieron obligados a pagar franquicias a sus competidores. De todos modos, no era mucho lo que Alemania comerciaba con Shanghái, aunque suficiente para exigir la presencia de un Cónsul; la Embajada se encontraba en Nanking. Naturalmente, la presencia japonesa en Shanghái, y su desconfianza hacia las potencias imperialistas cartaginesas que habían operado en la región, abría promisorias expectativas a Alemania de obtener un mayor reparto del botín.
Los rickshaw atravesaron a la carrera la cerca enrejada, cruzaron un bien cuidado jardín, y se detuvieron frente al portal de una mansión de estilo renano. Un sargento de la Kriegmarine se aproximó a nosotros mientras descendíamos.
–¡ Heil Hitler! – saludó Von Grossen –. Soy el Standartenführer Karl Von Grossen en misión especial, Sargento. Tenemos que ver urgentemente al Cónsul.
– Sí, Señor – aceptó el marino –. Haga el favor de entregarme sus papeles y enseguida será atendido.
– ¡ No tenemos papeles, Sargento! Aquí tiene una lista con los nombres y el grado militar de estos Caballeros que me acompañan y el mío. Todos somos oficiales
El previsor Von Grossen había redactado una nota para el Cónsul, anticipándose a un posible bloqueo burocrático. Decía así:
Señor Cónsul del Tercer Reich, Shanghái,
Nos presentamos ante Usted, y solicitamos ser repatriados inmediatamente a Alemania, los Standartenführer Karl Von Grossen, Sturmbannführer Kurt Von Sübermann, Hauptsturmführer Oskar Feil, y los hombres procedentes de Bután, el gurka Bangi y el lopa Srivirya, todos integrantes de la Operación“ Clave Primera”, Ultra confidencial, código A I R. S. H. A., autorizada: Hitler, Himmler, Heydrich.
Saludamos a Ud. atentamente
Firma: Karl Von Grossen Comandante de la Operación Clave Primera.
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