El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 495
¨El Misterio de Belicena Villca¨
sólo concluiría cuando los que saben evaluasen los resultados de la operación”. Y tales
personas, por supuesto, se encontraban en Alemania: a ambos, pues, les correspondía
acompañarnos hasta nuestra patria y brindar sus valiosos testimonios. Entonces quedarían
libres para regresar, y la pondría a su disposición todos los medios necesarios.
Como los monjes vacilaban, Von Grossen los presionó moralmente asegurándoles que de
cualquier modo nos tendrían que acompañar hasta Shanghái para oficiar como intérpretes de
chino, y, una vez allí, “no les costaría mucho” embarcarse hacia Alemania, “que quedaba casi
tan lejos como Bután”. Pero esto no era cierto.
Srivirya y el gurka, en efecto, hablaban chino, pero nadie conocía ni una palabra de
japonés, el idioma de quienes ocupaban la mitad de China. Por el contrario, Oskar y Yo
cursamos chino y japonés en la carrera de Ostenführer del NAPOLA; y los dos dominábamos
el mandarín y el japonés. Pero, de cualquier modo, siempre existía el recurso del inglés,
lengua desprestigiada en el Asia pero con la cual podía comunicarse Von Grossen o
cualquiera de nosotros. El idioma universal del Asia, según habían pretendido los hijos de la
Pérfida Albión, sería el inglés, más la verdad era que sólo lo hablaban los funcionarios
coloniales y los cipayos de siempre; entre los miembros cultos de los pueblos asiáticos,
llámense India, Nepal, Cachemira, Bután, China, Birmania, etc., el inglés era resistido y
permanecía habitualmente desconocido, por no decir ocultado y odiado.
Aunque desaprobábamos la actitud de Von Grossen, ni Oskar ni Yo desmentimos sus
argumentos. Observábamos risueñamente, en cambio, como los dos extraordinarios Iniciados
iban poco a poco cediendo en sus posiciones. La verdad era que en el fondo todos queríamos
que los dos monjes viajasen con nosotros a Alemania. Cuando, al día siguiente, partimos
hacia Sining, ya estaban casi convencidos por el persuasivo Standartenführer.
Capítulo XXXV
Qué ciudad, Neffe! En aquellos días contaba con no menos de 130.000 habitantes, y un
perímetro de más de 20 km. A sus altísimas murallas llegaban rutas de toda el Asia: de
Mongolia, de Rusia, del Turquestán, de la Dsungaria, del Afganistán, de la India, etc., además
del mencionado Chang-Lam procedente de Lhasa, por el que arribaron las carretas que nos
transportaban. Nuestro camino, desde que los perros daivas nos depositaron al pie de la
cordillera Chan Nan, seguía un mismo derrotero natural: bordear la cordillera por un lado, que
ahora se prolongaba en los montes Ma-ha-che, y el Río Sining por otro; sobre su orilla derecha
se hallaba Sining-Fu, a 2.500 Mts. de altura.
La ciudad de Sining era un gigantesco mercado, al que ni la guerra civil, ni la guerra
nacional contra el Japón, habían afectado su ritmo febril. La única alteración la constituían las
diferentes tropas que coexistían recelosamente y que de tanto en tanto protagonizaban algún
incidente. Tales tropas pertenecían a otros tantos ignotos Señores o triadas y controlaban,
cada una, un sector de la ciudad: hasta existían facciones nacionalistas y comunistas, además
de las aristocráticas o nobles, tradicionalistas, religiosas y mafiosas. Sin embargo, Sining-Fu
era entonces “plaza libre”, es decir, que no había caído bajo el control de los japoneses. Ante
un ataque exterior, paradójicamente, cada tropa se ocuparía de defender su parte de la
muralla y se olvidarían todas las diferencias para hacer frente al enemigo común.
La comunidad kâulika de Sining-Fu era realmente importante. Lo comprobamos al ingresar
al barrio “de los caras pálidas”, llamado así por el color de la tez de sus vecinos, y admirar el
enorme Santuario de Shiva que aquellos poseían. Se ofrecieron a proveernos de todo lo
necesario para iniciar una nueva expedición al Tíbet: especialmente los entusiasmaba la idea
de que emprendiésemos la aniquilación de otros Gompas como el de los duskhas. Quedaron
desencantados cuando les explicamos que debíamos regresar a Alemania.
–Si nuestra Raza llega algún día a dominar el Mundo, y se mantiene fiel a la Sabiduría
Hiperbórea de la , no habrá lugar sobre la Tierra para los adoradores y siervos de las
Potencias de la Materi : la
Eterna los destruirá sin misericordia y ustedes, heroicos
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