¨El Misterio de Belicena Villca¨
llevará en su seno el germen de una nueva pareja de perros daivas, el cual crecerá, madurará, y nacerá al cabo: entonces, luego del alumbramiento, el ejemplar antiguo se desintegrará fatalmente. ¿ Comprendéis ahora por qué vive uno de ellos? Asentí, aliviado al saber que en poco tiempo recuperaría la pareja de perros daivas. – Pues bien – agregó Srivirya –; entonces no olvidéis que en este período, mientras el dogo andrógino se encarga de gestar la nueva pareja, debéis referiros a él con el nombre de“ Vruna”, puesto que es la unidad de Kula y Akula. Volví a asentir, dado que aquello era indudablemente lógico. En eso estalló Von Grossen. – ¡ Por Dios, Von Sübermann! ¡ Siempre los malditos perros! ¿ Se preocupa por la muerte de un perro? ¿ Y nuestros Camaradas? Me ha comunicado su sospecha de que también han muerto: ¡ pues debería afligirse por ellos! Y tampoco sabe dónde estamos. Eso trataba de averiguar a los tibetanos cuando Ud. me interrumpió para hablar de los condenados mastines. Decidí no responder a las injustas acusaciones de Von Grossen. – Nada sabemos nosotros sobre el lugar al que nos ha traído el Shivatulku – terció Srivirya –
. A él toca responder, pues sólo él conoce la orden que dio a los perros daivas.
A Von Grossen se le descompuso la expresión del rostro al verificar que el tema de los dogos era ineludible. Yo no tuve que reflexionar para exponer una cuestión que me intrigaba desde que recobrara el conocimiento en aquella playa.
– ¡ A Sining! Yo ordené a los dogos ir a Sining. Fue el primer lugar que se me ocurrió, seguramente porque los dos monjes que guiaban a los holitas afirmaron que desde allí nos ayudarían a llegar a Shanghái. No me explico por qué los perros daivas no nos condujeron a Sining.
– ¡ Oh, qué extraña es la mente del Shivatulku! – Exclamó Srivirya, quien no podía concebir que mis actos fuesen simplemente estúpidos, como en verdad lo eran –. Si deseabais ir a Shanghái ¿ Por qué no mandar a los perros a que os condujesen directamente hacia allí, en lugar de solicitarle la plaza de Sining, situada 2.000 km. antes? ¡ Incomprensibles son los Designios de los Dioses! Pues ahora que los perros daivas están en proceso de reproducción no podréis emplearlos ya más para un vuelo lung-svipa: sólo los futuros cachorros, algún día, os llevarán a través del Tiempo y el Espacio. Claro que ahora sabremos dónde estamos ¿ Qué Sining habéis traducido en vuestra orden? – ¿ Cómo qué Sining? No entiendo a qué se refiere – declaré, temiendo oír lo que vendría. – Pues claro, Hijo de Shiva – explicó candorosamente Srivirya –. ¿ La orden solicitaba dirigirse a Sining-Fu o a Sining-Ho, es decir, a la ciudad de Sining o al río Sining?
Solté un juramento. ¿ Por qué había sido tan poco preciso al definir el destino impuesto al viaje aéreo de los perros daivas? La respuesta era obvia: porque la orden fue formulada en un momento crítico, en medio de un tremendo desorden físico que me impidió razonar lo suficiente. En aquella terrible circunstancia olvidé todo, no describí con precisión la meta pues supuse inconscientemente que los perros entenderían, que interpretarían exactamente mis deseos. Y la verdad era muy otra: los canes eran tulpas, yidams, máquinas mágicas proyectadas por la voluntad de acero de los Magos y que requerían el correcto control de sus funciones.
– De cierto que no especifiqué si se trataba de Sining-Fu o de Sining-Ho – confesé contrariado. El monje kâulika meditó un segundo y dijo sonriente:
– Entonces es muy probable que nos hallemos junto al río Sining. Al recibir la orden, los perros daivas se encontraron con que existían dos objetivos diferentes con el mismo nombre. Eligieron, por motivos que sería largo detallar, el objetivo más antiguo que correspondía a ese nombre, al parecer, el río. Y esa indefinición explicaría también la muerte de uno de los dogos: la causa sería el dilema al que fueron sometidos los principios opuestos, que obró como si con una cuña lógica se hubiese intentado partir la unidad absoluta del Arquetipo perro. Creo que el problema radica en los grados de realidad de las cosas en juego. Por una parte, los perros daivas no constituían una pareja perfecta, no podían serlo en esta etapa del Kaly Yuga, y exhibían cierto grado pequeño de desequilibrio. Por otra parte, el río Sining resulta ser un poco más real, dentro de la Ilusión de Mâyâ, que la ciudad de Sining. Consecuencia: los perros daivas se encuentran frente a una disyuntiva y se ven forzados a elegir; a causa del desequilibrio supuesto, uno de los perros tiende hacia Sining-Fu y el otro tiende hacia Sining- Ho; como mágicamente el destino real es el que corresponde al nombre más real, sólo uno de
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