El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 486

¨El Misterio de Belicena Villca¨ Ernst Schaeffer aún no había conseguido pasar, su Operación Altwesten quedaría definitivamente suspendida, pues la Diosa Kuan Yin “decía en mi Corazón”: “la decisión tomada está”, “hoy he cerrado la Puerta de Chang Shambalá”. Capítulo XXXII Era pleno mediodía cuando dejamos el Chortens. Los perros daivas exigían trepar por la ladera Oeste de uno de los Altyn Tagh, más pronto descubrimos un sendero disimulado que permitía ascender unos mil metros. Cuatro fatigosas horas después arribamos a la cumbre del monte, constatando que por el Norte, la montaña caía miles de metros en una pared vertical: desde la base, se extendía en todas direcciones una amplia llanura desértica, salvo hacia el N.O., donde se divisaban las azules aguas de un lago de enorme superficie. – ¡Teufel! –exclamó el eficaz Von Grossen–. Tenemos la suerte de contemplar el país desde una privilegiada terraza de 4.000 Mts. Lo que vemos, en toda su extensión, es la provincia china de Sin kiang; esa llanura, no es otra que el desierto de Takla Makan, que se halla conectado con el desierto mongol de Gobi en su extremo oriental; y el lago, con toda precisión, se trata del Lop Noor. ¡Al fin un área geográfica que se ajusta a la realidad de los mapas germanos! Pero, si fuera del Valle de los Inmortales el Mundo seguía igual, en su interior el Espacio y el Tiempo estaban tan distorsionados como antes, los Dioses Traidores y los Sacerdotes de la Fraternidad Blanca nos acechaban para cerrarnos el paso o atacarnos, y aún debíamos localizar a Ernst Schaeffer. Esto último ocurrió antes de lo previsto. Efectivamente, mientras observábamos maravillados el Sin kiang, los monjes kâulikas exploraron los cien metros cuadrados de la cumbre y a los pocos minutos trajeron impactantes noticias: ¡al pie de la ladera Sur había un campamento! Corrimos hasta allí y lo verificamos con los prismáticos. ¡No cabían dudas: era el campamento alemán! La pequeña cañada, que más bien parecía un desfiladero, medía unos 500 Mts. de largo y 50 Mts. De ancho, y en Invierno cumplía la función de transportar la nieve de un gigantesco glaciar, cual titánico canal de piedra. Estaba orientado de Este a Oeste, y en cada extremo, sendas gargantas permitían entrar o salir: desde adentro, podía observarse que la garganta Oeste estaba flanqueada por las esculturas de dos enormes Bodhisattvas armados. Por alguna razón, la expedición no se atrevió a cruzar ese portal de piedra tan elocuentemente ornamentado, y decidió acampar en el extremo opuesto de la cañada, junto a la garganta de entrada. Se veía que llevaban ya unos días en aquel lugar, y que tal vez pensaban permanecer más tiempo, pues habían desempacado todo el equipo y distribuido racionalmente, luego de una rigurosa castrametación: hasta disponían de dos centinelas, uno al Este y otro al Oeste del campo. Para el momento, largamente acariciado, de toparnos con la expedición de Schaeffer, Von Grossen elaboró un plan de aproximación al que sólo faltaba agregar detalles tácticos de acuerdo a las circunstancias. Dado el caso presente, sólo hubo que confirmar los puestos y funciones de cada uno para que la escuadra estuviese dispuesta a ejecutar el plan. Conforme a ello, descendimos en silencio hasta la entrada de la cañada, sitio en el que desembocaba el camino de la cumbre. Ya allí, Von Grossen, Oskar Feil, el gurka y Yo, con los perros daivas, permanecimos ocultos unos minutos, en tanto los tres oficiales y los ocho monjes lopas, se desplegaban alrededor del campamento. Ellos debían mantenerse a resguardo y cubrir nuestro próximo avance, en previsión de un malentendido o de que algo saliese mal. Sin sospechar nada, el centinela se hallaba fumando, distraído por sus propios pensamientos, recordando quizás la patria lejana. Los tres alemanes surgimos de pronto frente a él y creyó estar soñando. Pero ya era tarde para reaccionar, especialmente al ver las negras bocas de las Schmeisser: la Luger, el puñal, y el subfusil MP40 pasaron a manos de Von Grossen. 486