El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 42

¨El Misterio de Belicena Villca¨ Cualquiera fuese el caso, por locura o inspiración Divina, lo cierto es que la pauta de aquella misión determinó que nuestra familia se consagrase con ardor a la perfección del Culto a la Diosa Belisana. Seguramente esa dedicación tan especial a la práctica de un Culto haya sido salvadora pues, durante muchas generaciones, se creyó que el nuestro era un linaje de Sacerdotes: en verdad, los primeros descendientes en la misión familiar no se debían diferenciar mucho de los más fanáticos Sacerdotes adoradores del Fuego. Sin embargo, con el correr de las generaciones, fueron surgiendo miembros que penetraron más y más en la esencia de lo ígneo. La Diosa Belisana estaba representada, en el Culto primitivo, por la Flama de una Lámpara Perenne de los Atlantes morenos. Las Lámparas Perennes las habían cedido los Sacerdotes para sellar las alianzas de sangre entre miembros del pueblo del Pacto Cultura l y del Pacto de Sangre, y como el medio mágico más seguro para imponer el Culto sobre la Sabiduría. De ese modo, entre los iberos de mi pueblo, un Guerrero Sabio contrajo enlace con una princesa ibera, que era también Sacerdotisa del Culto a la Diosa Belisana, y recibió como dote aquella lámpara cuya Flama no se apagaba nunca. Absurdamente, mi familia poseyó entonces la Espada Sabia, con la Piedra de Venus de los Atlantes blancos, y la Lámpara Perenne, con la Flama de los Atlantes morenos. Pero la Espada Sabia no jugaría aún su papel: sólo era celosamente conservada, por tradición familiar, pues se había perdido la facultad de ver el Signo del Origen sobre la Piedra de Venus. En cambio a la Lámpara Perenne, al Culto a la Flama Sagrada, se le ofrendaba toda la atención. Así, hubo descendientes que consiguieron perfeccionar la Divina Flama, aproximándola cada vez más al Arquetipo ígneo de la Diosa. Y hubo también descendientes que lograron aislar y aprehender la esencia de lo ígneo, incorporando el Arquetipo del Fuego en la sangre familiar. Cuando esto ocurrió, algunos antepasados, prudentemente, abandonaron el Culto de la Flama y se retiraron a un Señorío del Sur de España. Dejaron la Lámpara Perenne a los restantes familiares, que eran incapaces de faltar al Culto, y conservaron la Espada Sabia, que para aquéllos no significaba nada. Por supuesto, quienes quedaron en custodia de la Lámpara Perenne continuaron siendo Reyes o Sacerdotes porque el pueblo estaba completamente entregado al Culto de la Diosa Belisana: los que se retiraron, mis antepasados directos, tuvieron que ceder en cambio todos sus derechos a la sucesión real. No obstante, mantuvieron algún poder como Señores de la Casa de Tharsis, cerca de Huelva, en Andalucía. Fue entonces cuando adoptaron el Barbo Unicornio como símbolo de la Casa de Tharsis. Al principio representaban aquel pez mítico en sus escudos o en primitivos blasones, pero en la Edad Media, como se verá, fue incorporado heráldicamente al escudo de armas familiar. El barbo caballero, barbus eques, es el más común en los ríos de España, especialmente el Odiel que circulaba a escasos metros de Tharsis; recibe el pez tal nombre debido a cuatro barbillas que tiene en la mandíbula inferior, la cual es muy saliente. Empero, el barbo al que se referían los Señores de Tharsis era un pez provisto de un cuerno frontal y cinco barbillas. El mito que justificaba al símbolo afirmaba que el barbo, desplazándose por el río Odiel, era semejante al Alma transitando por el Tiempo trascendente de la Vida: una representación del animal hombre. Pero los descendientes de los Atlantes blancos no eran como el animal hombre pues poseían un Espíritu Increado encadenado en el Alma creada: entonces el barbo no los representaba concretamente. De allí la adición del cuerno espiralado, que correspondía al instrumento empleado por los Dioses Traidores para encadenar al Espíritu Increado, vale decir, a la Llave Kâlachakra; naturalmente, el Espíritu Increado era irrepresentable, y por eso se lo insinuaba dejando sin terminar, en las representaciones del barbo unicornio, la punta del cuerno: más allá del cuerno, a una distancia infinita, se hallaba el Espíritu Increado, absurdamente relacionado con la Materia Creada. Y la barba del barbo, desde luego, significaba la herencia de Navután, el número de Venus. Naturalmente, los Señores de Tharsis prosiguieron practicando el Culto a Belisana pues, hasta Lito de Tharsis, no hubo ninguno que comprendiese la misión familiar y, además, porque ello estaba establecido y sancionado por las leyes de mi pueblo. Más, el objetivo secreto de la misión familiar impulsaba inexorablemente a sus partícipes a recrear espiritualmente el Arquetipo ígneo, y eso los marcó con una señal inconfundible: adquirieron fama de ser una familia de místicos y de aventureros, cuando no de locos peligrosos. Y algo de verdad había en tales fábulas pues aquel Fuego en la sangre, al principio descontrolado, causaba los 42