El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 380

¨El Misterio de Belicena Villca¨
visible desencanto. Frente a mi sorpresa, se disculpó enseguida y me explicó cortésmente que al recibir a un Elegido por primera vez, siempre abrigaba la esperanza‘ de que fuese uno de Aquellos que cumplirían la Misión dispuesta por los Dioses’. Este comentario me aclaró todo y comprendí en el acto que Yo, obviamente, no era uno de‘ Aquellos’ a quien Nimrod aguardaba. No obstante, me trató con camaradería y ofreció participar de la Orden, realizando funciones en extremo reservadas, que en nada harían peligrar mi posición. Acepté, por supuesto; y aproveché su confianza para indagar algo más sobre la desgraciada búsqueda de los Elegidos aptos para llevar a cabo los designios de los Dioses, búsqueda que sería casi imposible en el infernal contexto de la Época actual”.
–“ La clase de gente que Ud. busca, Nimrod ¿ es de calidad superior a los Iniciados de la Orden Negra?”
–“ No se trata de calidad sino de confusión estratégica, Señor Pietratesta. Tal vez si se consiguiese trasplantar a uno de aquellos Iniciados del Castillo de Werwelsburg a esta Época, sin que experimentase el paso del tiempo, tendríamos a un Camarada apto para la Misión. Pero ahora, ciertamente, no tenemos un hombre semejante. Nuestros mismos Iniciados podrían ser aptos para la misión si asumiesen completamente la Iniciación y dominasen su naturaleza anímica, si se decidiesen a ser lo que son. Mas es difícil, muy difícil, que los hombres espirituales de esta Época cuenten con el valor necesario para dejar de ser lo que aparentan y sean definitivamente lo que en verdad son Sin embargo, los Dioses aseguran que existen hombres capaces de tal valor, que se deben mantener abiertas las puertas del Misterio hasta que ellos lleguen o los que están se trasmuten. Y esta certeza es la que nos da fuerzas para seguir, Camarada Pietratesta”.
“ Me hallaba en una casa de la Ciudad de Córdoba, – aclaró Oskar – perteneciente a la Orden Tirodal. En la amplia habitación, amueblada como oficina, tras un imponente escritorio, estaba sentado Nimrod observándome atentamente. Al fin abrió un cajón y extrajo un libro de tapas rojas”.
–“ Señor Pietratesta – dijo con seriedad –. Nadie llega hasta este lugar si previamente no ha sido investigado en la Tierra y en el Cielo. Ud. ha satisfecho los requisitos y por eso le ofrecemos esta oportunidad: ingresar a la Orden Tirodal y convertirse en uno de sus Iniciados. Todos los que ingresan deben realizar los mismos actos, que son muy sencillos: básicamente consisten en comprender y aceptar los Fundamentos de la Sabiduría Hiperbórea, los que, para beneficio de los Elegidos, hemos sintetizado en este libro – me alargó el libro rojo –. El mecanismo de ingreso exige que Ud. lea este libro y decida si comprende y acepta su contenido. Si la resolución es positiva queda inmediatamente incorporado a la Orden y adquiere el derecho de acceder a los otros trece libros, que componen la‘ Segunda Parte’ de los Fundamentos y contienen la preparación secreta para la Iniciación Hiperbórea. Si la respuesta es negativa, si no comprende o no acepta los fundamentos de la Sabiduría Hiperbórea, sólo tiene que devolver el libro y abstenerse de hacer copias, para quedar desvinculado de la Orden. Debo advertirle – dijo con tono de amenaza – que la falta a esta condición es castigada severamente por la Orden”.
Capítulo IV
Oskar prometió obrar con lealtad – dijo tío Kurt – y no tuvo ningún inconveniente en cumplir. El contenido del libro no era desconocido para nosotros, aunque la novedad lo constituía el lenguaje filosófico de alto nivel con el que estaba redactado: para un alemán-báltico como Oskar, la lectura de aquel castellano puro fue una prueba extra, que sin embargo superó con juvenil entusiasmo. De modo que al concluir la lectura, meses después, se apresuró a solicitar el ingreso a la Orden de Caballeros Tirodal, siéndole asignado un día semanal para reunirse en cierto lugar oculto con unos pocos Camaradas de extrema confianza, que estaban estudiando la Segunda Parte de los Fundamentos y preparándose para el kairos de la Iniciación. Y esta etapa, al decir del propio Oskar, constituía uno de los acontecimientos más felices de su vida. Empero, si había algo que aún disgustaba a Oskar, eso era mi ausencia de la Orden. Tal como me lo manifestara en aquella ocasión, en Tilcara, él creía que mi presencia y la contribución de mis conocimientos sobre la Sabiduría Hiperbórea eran imprescindibles
380