El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 376

¨El Misterio de Belicena Villca¨ sufrido por parte de los Golen-Druidas: hablé de Bera y Birsa y de mi convicción de que Ellos eran los verdaderos asesinos de Belicena Villca. En ese punto parecía que los ojos de tío Kurt iban a salirse de las órbitas; empero, sus labios permanecían sellados por la sorpresa. Finalmente, le referí la traducción que el Profesor Ramírez hiciera sobre la leyenda “ada aes sidhe draoi mac hwch” y sus posteriores alusiones a los Golen-Druidas, lo que confirmaba a mi criterio la veracidad, sino de todo, de gran parte del contenido de la carta. Aquí se cortó el encanto y tío Kurt, parándose de un salto, gritó: – ¡Sí Arturo! ¡Los Druidas! ¡A Ellos esperaba la noche que tú llegaste! Luego de 35 años percibí la inequívoca señal de su presencia y sabía que en cualquier momento sería atacado, aunque ignoraba por qué habían aguardado tanto, por qué reaparecían ahora. Y ahora lo sé: ¡porque tú venías hacia mí, portador del Más Grande Secreto! Era un rugido el que salió de su garganta al pronunciar estas frases en alemán, siendo inmediatamente contestado por dos prolongados aullidos de los mastines un piso más abajo y fuera de la casa. No pude menos que asombrarme pues tío Kurt había hablado siempre en castellano ya que mi dominio del idioma alemán es malo como consecuencia de la decisión de mis padres de formarme “cabalmente argentino” al punto que ni entre ellos usaban esta lengua. Tampoco se me escapaba que, por más fuerte que hubiera gritado, no podrían haberlo escuchado los perros. ¿Cómo entonces, le habían contestado? Miraba ahora con “otros ojos” a tío Kurt a quien hasta el momento tenía por una persona, como tantas otras, torturada por el recuerdo de los días de la guerra, pero, por lo demás, completamente normal. Estaba entendiendo, lentamente, que había algo más: tío Kurt tenía un secreto conocimiento que pesaba enormemente en su conciencia, avivado ahora por mi relato. Tío Kurt debía tener unos sesenta y dos años, pero impresionaba por aparentar diez menos. Alto hasta la exageración –Yo le calculaba un metro noventa– era fornido, de complexión atlética y se veía que se mantenía en forma. El pelo, que debió ser negro, estaba gris, cortado muy corto; los ojos azul claro, las cejas pobladas, la boca de labios finos con grueso bigote y mentón firme, completaban su descripción. Un detalle quizás lo constituía la cicatriz que surcaba su mejilla izquierda, realzada por el rojo ruboroso de sus cachetes, signo de salud para su edad. Gustaba vestir sencilla pero deportivamente y siempre lo veía calzando botas de grueso gamuzón. En síntesis, era un hombre impresionante; más aún en ese momento en que parecía echar chispas por los ojos. Estuvo unos minutos caminando en círculos por toda la habitación, con las manos atrás, en las que tenía la carta de Belicena Villca que acababa de entregarle. Yo guardaba respetuoso silencio aunque intrigado por esta reacción. Habíamos pasado varias horas hablando mientras afuera oscureció rápidamente. La habitación estaba sumida en penumbras cuando entró la vieja Juana y prendió la luz. –Jesús, Don Cerino ¿cómo es que están al oscuro? Ya está la cena. Enseguida le subiré al Sr. Arturo lo suyo –la vieja sonrió como de costumbre antes de salir. Esta intromisión calmó a tío Kurt que todavía giraba pensativo. Se detuvo a los pies de mi cama con las manos apoyadas en el espaldar y, en correcto castellano dijo: 2 –Neffe , creo que me has traído una respuesta que esperé por décadas. Si es así, podré morir en paz cuando todo termine –dijo misteriosamente– pero, dime ¿qué te trajo exactamente hasta mí? ¿Cómo se te ocurrió venir a verme? –Deseaba averiguar el motivo que tuvieron las . Para acopiar toda la documentación sobre los Druidas, –respondí–. Cuando pensé en ello, vino a mi memoria el recuerdo de aquella noche treinta y cinco años atrás cuando me regalaste la Cruz de Hierro. Fue una intuición, pues inmediatamente, sin motivo aparente me asaltó la seguridad de que tú sabrías responder a esos interrogantes. Luego supe por Mamá que habías sido oficial de las . ... Y aquí me tienes. 2 Neffe sobrino, en alemán. 376