El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 375

¨El Misterio de Belicena Villca¨ conferencias que sostuve con mi extraordinario familiar. Pero regresemos a aquellos días de convalecencia, cuando tío Kurt inició el relato de su fantástica vida. Capítulo II Como soy médico, ya en los primeros días de la convalecencia, comprendí que ésta sería larga, por lo que, disponiendo del tiempo suficiente, no veía ninguna razón para no contarle mi aventura a tío Kurt. Nunca experimenté el deseo de compartir mis asuntos con nadie ni he tenido confidentes. Pero ahora era distinto. Desde el día del sismo, venía lamentando no conocer a nadie en quien confiar; alguien lo suficientemente “espiritual” como para no burlarse de los hechos ocurridos alrededor de la muerte de Belicena Villca. Pero también que dispusiese de la libertad necesaria para poder asumir un conocimiento que entrañaba tan graves peligros. En un momento dado pensé acudir al Profesor Ramírez, pero luego me avergoncé de esta idea egoísta que podía poner en peligro la vida y la mente de este hombre ejemplar entregado a sus cátedras y a su familia. Estaba contrariado desde entonces pues sentía que empezaba a manejar ideas demasiado “grandes”, demasiado inhumanas, que podrían perturbarme si no las compartía. Y he aquí que de pronto resucita del pasado un hombre de mi sangre a quien nunca soñé conocer. Un hombre solitario como Yo; de acción. Un hombre jugado y de una edad en que no se teme por la vida pues la muerte comienza a perfilarse como una realidad. Sí –pensaba decidido– confiaría todo a tío Kurt. Al principio charlamos de nimiedades pues ambos evitábamos contar nuestros secretos; Yo no revelaba el motivo de mi visita y él callaba sobre el brutal ataque de los dogos y su cachiporrazo. Le hablé sobre mis estudios y también de mis padres; él me explicó las técnicas para obtener un buen arrope de tuna. Así estuvimos ganándonos la confianza, hasta que un día, de los últimos que guardé cama, le dije: –Tío Kurt, desearía que me alcances el maletín que traje conmigo. Quedó en el coche la noche que llegué. Para mi sorpresa tío Kurt abrió una de las puertas del ropero y extrajo de un compartimiento el maletín que, por lo visto, había estado todo el tiempo allí. Lo abrí y extraje la carta de Belicena Villca y algunas notas que había tomado cuando dialogué con el Profesor Ramírez. –Voy a explicarte el motivo de mi visita, –dije tratando de transmitir la importancia que me merecía el asunto–. Es una historia fantástica e increíble y pienso seriamente que sólo a ti me atrevo a contarla sin reservas ni temor. Tío Kurt arqueó las cejas, vivamente interesado en algo que, al menos para mí, parecía de